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15 enero 2018 • La falta de medios y de voz hace imposible la contrarréplica • Fuente: Radio Ya

Moisés Domínguez Núñez

Una «historiografía» de combate al servicio de la izquierda

Incluso antes de la muerte del Generalísimo, ya hubo una corriente académica liderada por  el comunista Manuel Tuñón de Lara que, sin censura ni cortapisa alguna, pusieron en duda los estudios realizados por ilustres especialistas sobre la República, la Guerra Civil y el Franquismo como Ricardo de la Cierva, Rafael Casas de la Vega y Salas Larrazábal, entre otros.

Había cierto equilibrio historiográfico e incluso investigadores que escribían con libertad sobre los rojos y los azules, incluso en el terreno literario. Así tenemos la magnífica trilogía dedicada a la Guerra Civil que José María de Gironella comenzó con su obra «Un millón de muertos», publicada en 1961.

Ese equilibrio se rompe escandalosamente con la muerte de Franco y surgen los que podríamos llamar «historiadores antifranquistas sobrevenidos» encabezados por nombres como Ángel Viñas y  Alberto Reig Tapia, todos ellos al amparo de los trabajos de que realizó Herbert R. Southworth y que ocupan todos los resortes académicos de poder. En la escuela y en la universidad pública no hay lugar para quien ose poner en duda los libros de estas «vacas sagradas». Simplemente son boicoteados o carecen de cualquier posibilidad de acceso a las cátedras.

Después de 40 años de adoctrinamiento en las Universidades Españolas (y no por el anterior Régimen, desde luego) como no se ha visto en ningún país de Europa, lo raro es que aun surjan voces disidentes y que vean con ojos críticos el estudio de aquel período histórico.

En el mundo editorial quien quiera escribir criticando el Franquismo y haciendo interminables listados de muertos no hay problema ninguno. Para eso están los departamentos de cultura de las Diputaciones Provinciales, Ayuntamientos y Comunidades Autónomas que acumulan en sus archivos y alacenas miles y miles de libros que nadie lee pero que pagamos con nuestros impuestos. Si el investigador subvencionado encima descubre que el toro que mato a Manolete era franquista, entonces tienen barra libre para publicar su libro en las innumerables editoriales de izquierda que controlan el mercado.

En la actualidad es muy difícil, por no decir imposible, publicar un trabajo que contradiga las verdades oficiales de los Santos Juliá, Casanova, Moradiellos, Viñas… El historiador riguroso se encuentra desplazado y fuera del mercado. Ejemplo de ello son las campañas de desprestigio personal que han realizado contra Pio Moa y otros historiadores, en especial en Extremadura. Una campaña al más puro estilo estalinista. Sin posibilidad de réplica es imposible trabajar porque la falta de medios y de voz hace imposible la contrarréplica contra la gran cantidad de mentiras que se vierten no solo en los libros de historia sino en los libros de texto.

En este contexto, veo el futuro de la historiografía española sobre la Guerra Civil más negro que el carbón. Gracias a la dejación del, PP estas huestes han ocupado todos los centros culturales, educacionales y mediáticos. Se está borrando la historia de España y nadie hace nada y quien se enfrenta al establishment es asesinado civilmente. Es muy difícil enfrentarse al poder sin tener voz y aquí entran los pocos medios de comunicación que ayudan, desde una posición muy humilde y modesta pero honrada, a dar esa voz a esos pocos historiadores e investigadores que van con la verdad por delante. Nos desprecian, no somos sus adversarios sino sus enemigos a los que hay eliminar. Siguen instalados en el servicio de propaganda del Frente Popular y la Komintern. Desprecian nuestro trabajo y como limosna, los pocos investigadores que aun luchamos porque se conozca la verdad, solo les servimos para proporcionales datos y documentos que después ellos cocinan con salmuera del Frente Popular.