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30 octubre 2017 • En tono coral y fiestero, grandes verdades

Carmelo García Franco

29-O: las consignas de la manifestación de Barcelona

Mis glosas a algunos de los lemas que lucieron un millón de manifestantes ayer, 29 de octubre, en Barcelona.

«Ara sí, ara votarem»

Ilusionados, con la alegría de que van a elegir a sus representantes, sin catar que unas elecciones a tan poco tiempo vista no van a celebrarse con el mínimo de libertad que el caso demanda, que estas elecciones son las mismas que Puigdemont no tuvo el valor de convocar, que ahora convoca el PP, en lo que no cuesta ver un apaño.

«TV3, manipuladora, TV3, el arma del Procés»

Verdad incuestionable, en cuanto ha sido herramienta para conformar las conciencias, incluso para reprogramar la memoria de sus televidentes. Herramienta que va a seguir en manos de quien hasta ahora estaba, a la que no se va a extender la intervención del Gobierno, inmune a los efectos de la aplicación del artículo 155 de la Constitución, por así haberlo pedido los sindicatos amaestrados, querido el PSOE y admitido el PP. Le echan imaginación: «TV3 = Aljazeera». Quizá se pasen, probablemente lo de Aljezeers no es para tanto. En su reprobación alguno se propasa y llega a gritar «¡viva Televisión Española!»: es un reprobable exceso.

«Arán»

Y su bandera. Estos ya han anunciado que, si Cataluña se fuera de España, ellos se irían de Cataluña. Esto me recuerda la Ley de Claridad canadiense, que ha establecido que cualquier nuevo hipotético referéndum de autodeterminación pasaría por reconocer a cada comarca, a cada ciudad, el derecho a declararse, a su vez, libres para adherirse al Canadá: con esto acabó Ottawa de los excesos de Quebec. No parece mal sistema.

«¿Dónde estábais el 1 de octubre?»

Se recriminaba airadamente a los Mossos, pataleando sus furgonetas, mientras uno de mis compañeros de Barcelona, sesentón, pero torero, les clavaba una pegatina con la bandera de España como garapullo a un morlaco. Olé. Pero estos mismos mossos van a bailarle ahora el agua, por haberlo decidido el PP, al que ha venido siendo segundo de a bordo del mayor trapero, del Mayor Trapero, quise escribir. Luego, en la plaza de San Jaume, hasta me inspirarán pena los miembros de la policía de la Generalitat, con uniforme antidisturbios y aspecto feroz a quienes cualquier jovencito, cualquier niño, se acercaba para llamarles de todo.

El «Virolai»,

«Rosa d’abril, Morena de la serra, de Montserrat estel: il·lumineu la catalana terra, guieu-nos cap al Cel». Lo escucho y canto cuando pasan, en la riada inmensa, los de Somatemps. Cuando nadie daba la cara por España, ellos ya estaban. Ahora, aunque numerosos, arrinconados, orillados, separados de la dirección de la protesta que alentaron en los peores tiempos. Se ve que la casta partidista ha tenido éxito en hacer suyos aquellos esfuerzos y canalizarlos hacia la esterilidad, como también hicieron con las protestas cuando el asesinato de Miguel-Ángel Blanco. Luego, poco a poco, que baje el soufflé.

«España una y no cincuenta y una».

El lema es viejo. Lo que es nuevo es que lo coreen cientos de miles de personas de todas las edades y sectores sociales también algún francés, algún italiano, algún y hasta algún belga. Dios les bendiga.

«Puigdemont a prisión»,

Clamor unánime, insistente. El mismo grito que sacó de quicio a Borrell, porque no es momento de pedir se castigue a nadie. Un clamor popular expresamente negado por quien lidera al pueblo que lo profiere. Cuánto quisiera equivocarme, pero ni ha habido violencia, ni propiamente declaración expresa de independencia, con lo que a la defensa del exhonorable no le faltan agarraderas. A prisión cuando yo lo vea.

«Que se vayan, se vayan, se vayan, que se vayan muy lejos de aquí, que se vayan los mozos, se vayan, y que venga la Guardia Civil».

No era fingido el cariño de la gente, caluroso, desbordado al paso de los helicópteros, a los que incluso aplauden los periodistas que sirvan las cámaras de Mediaset. Marcialmente agradecido en tierra por apenas una sonrisa y unos ojos húmedos. Con la Policía Nacional, otro tanto. Qué alegría la buena onda de un pueblo con la Fuerza que le protege.

«Si voleu l’independencia, marxem vosaltres»

Pues sí. Independícese quien quiera, pero no con un territorio que es también mío: váyase.

«Gràcies, Puigdemont, per treure’ns de l’armari»

Gran mérito haber puesto a la vista a la mayoría que, en sufrido silencio, ha venido sufriendo tanto tiempo los desplantes y los abusos de los separatistas, gracias por haber despertado en todas partes una piedad que parecía olvidada, el amor a España. Para los progres es una pesadilla. Que les frían.

«Stop blocking spanish at schools»

Ya había visto este cartel. Quienes no estamos allá no calibramos el horror que es que una carta de políticos enloquecidos expropie a los niños su lengua de familia para imponerle otra, ajena.

«Shame on DUI»

Vergüenza por la declaración unilateral de independencia. No sé por qué lo han escrito en inglés, acaso para que lo entienda esa Prensa internacional a la que nuestra flamante cartera de Asuntos Exteriores no ha sabido o no ha querido transmitir la verdad.

«La cabra, la cabra, la p**** de la cabra, la madre que la parió, yo también tengo una cabra que se llama Puigdemont»

No necesita exégesis. Sólo canto coral y fiestero.

«L’independentisme es la malatia d’ Europa. Curem Catalunya»

Qué acertado diagnóstico, qué enfermedad tan grave.

En área de modernismo, el más surrealista de los cánticos: *«¡Soraya, qué buena estás!».*

Y el más expresivo del hartazgo de todos los españoles, en forma de cartel que enarbola una dama desenvuelta, a la que cuesta imaginar venga del rezo del Santo Rosario: «Fins al Cony»: hasta el mismísimo.