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7 octubre 2017 • Ha sido un gran discurso que, no obstante, plantea varios problemas difíciles • Fuente: Dichos, Actos y Hechos

Pío Moa

El discurso del rey

Creo que se pueden destacar cuatro aspectos principales. En primer lugar, el rey ha señalado la evidencia de que el país vive momentos muy graves (en realidad los más graves desde la Transición, cuyo sistema remata). Esta mera afirmación contradice frontalmente al gobierno de necios de Rajoy, empeñado en transmitir la idea de que, en definitiva, no pasa nada especial: simplemente un referéndum que no ha tenido lugar y algunos empujones a policías.

En segundo lugar, quizá no debió poner al mismo nivel la Constitución y el Estatuto actual, que nace de decisiones ilegales, deja en residual la presencia del estado, no está legitimado por las urnas y es el origen del movimiento secesionista actual. Aunque era difícil dejar de mencionarlo, ya que ha sido reconocido por los gobiernos antidemocráticos y antiespañoles de ZP y Rajoy. Pero, y esto es lo esencial, el rey acusa a los dirigentes separatistas de abierta delincuencia al incumplir la ley, quebrantar la convivencia y fracturar la sociedad (Cierto que podría hacerse la misma acusación a Rajoy y los suyos, que llevan años permitiéndolo y financiándolo). Los ha declarado fuera de la ley. Esto es decisivo: ni siquiera obliga a aplicar el difuso artículo 155. Basta encausar a los dirigentes como los delincuentes que son.

En tercer lugar no ha apelado al diálogo ni a componendas entre unos políticos y partidos que, embellecen como diálogos a verdaderos chanchullos mafiosos por encima o al margen de la ley. Esos “diálogos” siempre ha redundado en perjuicio de España y de la libertad. El rey se ha dirigido a los españoles en general, y a los catalanes que quieren la unidad de España y la democracia, y no a la caterva de partidos que precisamente están con los separatistas, de manera abierta o encubierta.

Finalmente, el rey ha señalado su compromiso con la unidad y permanencia de España, algo que contradice también toda la política real del PP y de los demás partidos.

Por las razones dichas, ha sido un gran discurso.

No obstante, plantea varios problemas difíciles. Ante todo, implica un cambio drástico de orientación de la política seguida desde ZP, incluso desde mucho antes. Pero ¿quién llevará a hechos concretos ese cambio? Son Rajoy y la demás patulea partidista quienes tienen en sus manos la aplicación de una línea de defensa de España y la democracia. Pero están demasiado acostumbrados a lo contrario, y es muy dudoso que vayan a corregirse ahora.

Por otra parte, el odio a España y a la democracia han avanzado demasiado en Cataluña, gracias a las políticas mencionadas. Quienes quieran aplicar la orientación implicada en el discurso, tendrían que ser lo bastante fuertes y serenos para soportar mareas de demagogia y agitación, hasta que se agotaran por cansancio. Y difundir una activa explicación de la historia a los catalanes y los demás españoles, la historia real de España y la historia real, nada edificante, del separatismo. También aquí la dinámica seguida desde la Transición ha sido la contraria.

Otro problema serio nace de la activísima propaganda internacional, practicada tenazmente por el separatismo, y que le ha ganado grandes simpatías fuera de España. Una propaganda ilegal que, para más inri, los gobiernos PP y PSOE nos han obligado a pagar a todos. Y, como en el caso anterior, obligará a una actuación explicativa de gran alcance para cambiar muchas opiniones contrarias a España.

A este respecto no debe olvidarse que el separatismo cuenta con muchos cómplices en el extranjero, fuerzas poderosas y nada desdeñables. Incluso a nuestros supuestos aliados de la OTAN les conviene una España débil y manejable, que no plantee problemas, por ejemplo, por Gibraltar, y que se preste a todo tipo de acciones y provocaciones en interés ajeno, bajo mando ajeno y en idioma ajeno, lo mismo en África que en Asia o en la frontera de Rusia. Casi ningún analista presta atención a estas realidades, que sin embargo definen nuestra posición real en el mundo y repercuten con gran fuerza sobre nuestros asuntos internos.