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3 octubre 2017 • El 1 de octubre se cosechó abundantemente la cizaña sembrada

Manuel Parra Celaya

Creía que iba de buena fe…

Hoy, entre el disgusto y el humor, prefiero, mediante un poderoso ejercicio de voluntad, decantarme por lo segundo (lo primero, aparte de no ser útil, dicen que colabora al envejecimiento). Así que, después de la jornada vivida el pasado domingo Cataluña, empezaré por contarles un chiste; una señora acude a la comisaría para denunciar que le han robado en el autobús un envoltorio con dinero; el comisario le pregunta dónde lo llevaba y ella responde que en el escote, en la canal maestra, ¿sabe usted? Sigue el comisario: – ¿Y usted no notó nada? -Verá, es que creí que iba de buena fe.

Les contaría otro más fuerte del mismo jaez, pero, dado que entre los lectores puede haber mujeres y niños, me lo quedo para mi tertulia de amigos; además, creo que el chiste que ha contado es suficientemente gráfico para explicar la posición de Los políticos españoles ante el separatismo catalán, postura que va, retrospectivamente, desde el Sr. Rajoy hasta los sabios de la Transición democrática, sin distinguir entre derechas e izquierdas.

Sin ir más lejos, el 1 de octubre -día triste para Cataluña y para el conjunto de España- chavales de Primaria. de la ESO, de la FP y de las Bachillerato, enfervorizados, usaban las esteladas o cubanas a modo de capita, como supermanes separatistas aleccionados desde que entraron en las guarderías de pequeñitos, cuando se transfirió la Educación.

Sin ir más lejos, el 1 de octubre se cosechó abundantemente la cizaña sembrada en los eriales de las aulas por la sagaz política de Pujol, el de la sagrada familia de Andorra, ese que sigue (y seguirá) impune por los siglos de los siglos.

Sin ir más lejos, el 1 de octubre el cuerpo de los Mossos d´Esquadra hacía el papel -salvo honrosas excepciones- del obispo Don Opas para sus colegas de la Guardia Civil y la Policía Nacional, lógicamente insuficientes para cumplir las encomiendas judiciales y sometidos a los insultos y vejaciones de las masas. Se había transferido, hacía años, la seguridad y el orden público.

Sin ir más lejos, el 1 de octubre se impartieron profusas bendiciones, escasamente católicas y apostólicas, por parte de esos trescientos clérigos que firmaron el segundo manifiesto, ya que el primero fue de sus eminencias (un servidor, no hay ni que decirlo, participó en una Eucaristía con garantías).

Sin ir más lejos, el 1 de octubre se consumó la fractura de muchas familias y de muchas amistades de Cataluña; para más sarcasmo, don Tancredo propuso restaurar la convivencia, como una burla más a los catalanes que nos sentimos españoles.

Un buen amigo, metódico él, ha tenido la paciencia de elaborar estadísticas de crecimiento del voto separatista -ellos se llaman a sí mismos independentistas- desde la Transición hasta la fecha. El crecimiento espectacular demuestra que el Estado de las Autonomías vigente, no solo favorece, sino que es cómplice y doctor Frankenstein de la jugada, desde los inicios del actual Régimen.

Sin ir más lejos, a pesar de las palabras, estúpidamente triunfalistas y tranquilizadoras de los políticos -gobernantes y aspirantes a serlo- que cerraron la jornada de ayer, España está en peligro. O precisamente por ellas.