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13 mayo 2017 • Una revelación privada con vocación de universalidad

Angel David Martín Rubio

Fátima

Fatima Corazon MariaCelebramos hoy el centenario de las apariciones de Nuestra Señora en Fátima, Portugal.

El 13 de mayo de 1917 tenía lugar la primera de una serie de apariciones de la Virgen María a tres niños que ayudaban a sus pobres familias cuidando ganado en el campo: Lucía, Jacinta y Francisco. Durante seis meses consecutivos la Virgen les hará objeto de una serie de mensaje, una revelación privada que ellos, especialmente Lucía, habrían de transmitir después y que acabaría haciéndose universal.

Un mensaje de penitencia por los pecados que cada día se cometen, el rezo del Santo Rosario por esta misma intención y la consagración del mundo a su Inmaculado Corazón. Todo ello vivido en estrecha conexión con los acontecimientos históricos que habrían de sacudir al mundo y a la Iglesia a lo largo del siglo XX.

II. El mensaje de Fátima es, en su núcleo fundamental, una llamada a la conversión y a la penitencia.

La misma Virgen enseña a los videntes una oración para que la repitan muchas veces, ofreciendo sus obras y en especial pequeñas mortificaciones y sacrificios: ¡Oh Jesús!…, por tu amor, por la conversión de los pecadores y en reparación de las ofensas hechas al Inmaculado Corazón de María.

Se trata de una llamada maternal; y, a la vez, enérgica y hecha con decisión como las palabras que escuchamos en el Evangelio, cuando Jesús comenzó su misión diciendo: haced penitencia, porque está cerca el Reino de los Cielos (Mt 4, 17). Esta palabra significa la conversión del pecador, y designa todo un conjunto de actos interiores y exteriores dirigidos a reparar el pecado cometido.

Es necesaria la penitencia porque existe el pecado y nosotros no somos ajenos a él, y porque es necesario reparar por tantas faltas y debilidades propias y de los demás

La virtud de la penitencia ha de estar presente, de alguna manera, en las acciones de todos los días: en el cumplimiento del horario; en no eludir las tareas que más nos cuestan; poniendo buena cara ante los contratiempos, haciendo la vida más fácil a los demás…

Esta virtud se manifiesta, sobre todo, en el amor a la Confesión sacramental frecuente de nuestras culpas que nos lleva a cuidarla y prepararnos para ella, con contrición verdadera y propósito de la enmienda, llevando a la práctica los consejos que nos da el confesor; poniendo los medios para salir de las situaciones que nos estancan, y haciendo apostolado entre nuestros parientes y amigos para acercarles a este sacramento.

III. Desde su santuario de Fátima, María renueva todavía hoy su materna y apremiante petición a la conversión y a la penitencia.

En este día, escuchamos de nuevo la voz de la Virgen que nos interroga a cada de uno nosotros para ver cómo correspondemos a las gracias que nos llegan por su mano y renovamos nuestra consagración mariana con el deseo de encontrar refugio y amparo en su Inmaculado Corazón.

Oración colecta de la Misa propia

Señor Dios, que nos diste a la Madre de tu Hijo como Madre nuestra,
concédenos que, perseverando en la penitencia y la oración
por la salvación del mundo,
colaboremos siempre y eficazmente
en la extensión del Reino de Cristo.
Que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén