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13 febrero 2017 • Fuente: Los ponentes denunciaron el silencio mediático ante el centenario de su nacimiento.

Gabriel García

La tragedia de Rafael García Serrano

Acto en homenaje a Rafael García Serrano: Madrid, 11 de febrero de 2017

Releía hace poco al azar el Discurso a las juventudes de España de Ramiro Ledesma Ramos, en concreto su explicación final sobre la importancia de los uniformes políticos:

“Las juventudes uniformadas saben, en fin, que son precisamente ellas, con el signo exterior que las distingue, teniendo las ideas vinculadas a su brazo, a su puño, a su camisa o a su gorra, las que de verás están adscritas con firmeza y sinceridad, permanencia y sacrificio, a una bandera. E invitan, por tanto, burlonamente, a las gentes maduras y sensatas, a que no vinculen las ideas a vísceras tan profundas como el corazón, sino que las saquen al aire, de modo que se vean, exponiéndolas con sencillez, en la seguridad de que es más difícil cambiar de camisa que de corazón (o de chaqueta)” [1].

Bastante o incluso toda la razón tendría en 1935, año en que el citado ensayo vio la luz; pero la experiencia de la cada vez más cuestionada Transición nos recuerda que exhibir un uniforme (sobre todo una camisa azul con el yugo y las flechas) no es garantía de fidelidad a unos principios con el transcurrir de los años.

Recordé estas palabras con motivo de la conmemoración del centenario de Rafael García Serrano este último sábado en Madrid. No pude estar presente durante todo el acto (y seguro me perdí un interesantísimo coloquio) ni he leído la obra completa del escritor y periodista navarro, pero si algo me resultó asombroso fue cómo los ponentes aludían sin descanso a la fidelidad de Rafael García Serrano hacia sus ideales y a cómo durante toda su vida no dejó de ser el joven de diecinueve años que se convertiría en alférez luchando en la trágica contienda civil por una España mejor. Por desgracia, los prejuicios ideológicos impedirán a muchos valorar a un hombre que dio la cara por su chófer ex combatiente comunista (denunciado por futuros demócratas de toda la vida), que buscó al hombre que salvó a su padre de su fusilamiento para devolverle el favor (un anarquista de la FAI) y que renunció a una vida cómoda por mantenerse fiel a sus consignas de siempre (negándose a que el Arriba, periódico de renombre del que era director, se convirtiera en un órgano de apoyo a la futura monarquía en un momento en que al general Franco nadie osaba contradecirle públicamente).

Su hijo Eduardo y el resto de ponentes denunciaron el silencio mediático de las asociaciones de periodistas y de las instituciones del mundo de la cultura ante el centenario de su nacimiento. Esta evidente omisión contrasta con el pesar del mundo de la cultura cuando tuvo lugar el fallecimiento de Marcos Ana, más reivindicado por comunista preso durante el franquismo que por poeta; sin duda, la comparación es odiosa e injusta, ya que Rafael García Serrano combatió de frente, con el fusil en la mano, durante la contienda mientras que el tal Marcos Ana asesinó a tres personas en la retaguardia [2] y, tras muchos años en prisión, partió hacia Francia para combatir desde el exilio a un Estado del 18 de Julio cuyo fin ya se intuía cercano. Pero al parecer así se lo había reconocido Camilo José Cela al propio Rafael García Serrano, que cuando renunciara al yugo y las flechas no tendría ningún problema para ser admitido en la Real Academia de la Lengua; conociendo cómo terminó, el primero se quedaría con las ganas.

Tal vez influidos por su Eugenio o proclamación de la primavera, se ha hablado mucho sobre la tragedia española que representaron los falangistas, hostigados por las izquierdas y defenestrados por las derechas en su intento de unir a los españoles sin divisiones políticas partidistas; falangistas cuyos jóvenes combatientes derramaron su sangre a lo largo y ancho de España mientras los supervivientes, derrotados en la victoria, quedaban solos y sin referentes tras las ejecuciones de los primeros espadas a manos del Frente Popular y el aislamiento de los más incómodos en los años de posguerra. Pero, aun falleciendo con setenta y un años, Rafael García Serrano no había renunciado a seguir formando parte de esa generación y en su caso la tragedia se convierte en omisiones por parte de los intelectuales oficiales que, como mucho, le ensalzaban fuera de los micrófonos.

Aunque todo parezca perdido, no deja de ser esperanzador que una minoría siga recordando a un autor verdaderamente maldito por sus ideas como fue Rafael García Serrano. Ojalá el acto de ayer en Madrid sea el primero de muchos en recuerdo de este autor, ignorado a partes iguales por los afines a Podemos y al Partido Popular. Sólo nos queda desear que en nombre de la cultura y la libertad de expresión no vuelva a vetarse (ni a ensalzarse) a nadie única y exclusivamente por motivaciones políticas.

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[1] Ramiro LEDESMA RAMOS; Obras completas, IV, Madrid-Barcelona: Fundación Ramiro Ledesma Ramos, 2004, 129

[2] Izquierda Unida le aclamaba hace poco como un referente democrático. Con referentes así se entiende que para Alberto Garzón los asesinatos cometidos por la banda terrorista ETA tengan una explicación política.