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25 noviembre 2016 • José Antonio fue un hombre de acción; el jefe de un movimiento político, obligado a actuar bajo la presión de las circunstancias

José María Permuy Rey

José Antonio ¿Contrarrevolucionario?

Con motivo del LXXX aniversario del asesinato de José Antonio Primo de Rivera (1903-1936), y con el objeto de repensar, conocer y difundir la obra y doctrina del fundador de Falange Española, desde el Foro Historia en Libertad hemos pedido su colaboración a una serie de filósofos, historiadores, periodistas, profesores… En días sucesivos publicaremos estas aportaciones cuya calidad no dudamos estará a la altura del homenaje merecido por el hombre que las ha suscitado.

JOSÉ MARÍA PERMUY REY. Fue militante y mando provincial y territorial de FFJJE, FE de las JONS, FEI, FE-La Falange y AES. Ha publicado artículos de contenido político y religioso en varias revistas y participado como orador y comunicante en mítines, conferencias y congresos en diversos lugares de España.

banderas-movimiento-nacional¿Puede José Antonio Primo de Rivera ser considerado un pensador contrarrevolucionario?

Antes de responder a esa pregunta, conviene aclarar qué se entiende por contrarrevolución.

Contrarrevolución es lo contrario de la Revolución, es decir, la oposición a la Revolución con el fin de instaurar y restaurar el orden social vigente antes de la Revolución.

Cuando hablamos de Revolución (con R mayúscula) no nos referimos a cualquier revuelta, insurrección o transformación social, sino concretamente al proceso de destrucción de la Cristiandad iniciado con la reforma luterana y continuado por la revolución francesa y la revolución soviética (en la actualidad, por los agentes del Nuevo Orden Mundial, relativista, totalitario y sincretista) por medio de la difusión e imposición de sus erróneas y perversas teorías teológicas, filosóficas, políticas y económicas (protestantismo, liberalismo, democracia, socialismo, capitalismo, comunismo, ideología de género, etc).

Cuando hablamos del orden social imperante en Europa antes de la Revolución, nos referimos a la Cristiandad, que consistía en una sociedad de comunidades políticas organizadas a la manera de un cuerpo místico, en el que individuos y cuerpos intermedios (familia, clases o estamentos, gremios, municipios, etc.) estaban orgánica, jerárquicamente y libremente armonizados y unidos sobre el fundamento de la ley eterna (natural y revelada) y la verdad católica, asumiendo cuanto de bueno heredaron de las civilizaciones romana y griega.

Cuando hablamos de restauración, no queremos decir que haya que copiar exactamente todas las leyes e instituciones existentes en aquella coyuntura (tampoco que haya que dar por caducas o inútiles todas ellas), sino volver a fundamentar el orden social (jurídico, político, económico) sobre las mismas bases religiosas y filosóficas que dieron lugar a la Cristiandad.

Así pues, si José Antonio apreciaba el orden social cristiano prerrevolucionario y lo consideraba un referente o modelo a seguir; si rechazaba y condenaba el proceso de subversión de ese orden social, sus causas y sus efectos, en todas su fases y manifestaciones y elogiaba los esfuerzos por ponerle freno, combatirlo y revertir la situación; si proponía la sustitución de los regímenes políticos hijos de la Revolución, por un orden social asentado sobre los mismos principios fundamentales de la vieja Cristiandad; creo que José Antonio podría ser considerado un político contrarrevolucionario.

Para demostrar que así es, nada mejor que reproducir textos del propio José Antonio.

La Cristiandad como modelo social para José Antonio

«Del siglo XIII al XVI, el mundo vivió una vida fuerte, sólida, en una armonía total; el mundo giraba alrededor de un eje». (Conferencia pronunciada en el Círculo Mercantil de Madrid. 9 de abril de 1935)

«La unidad católica: sentido total de la vida religiosa en la Edad media, es decir, ni sacrificio del individuo a la colectividad ni disolución de la colectividad en individuos, sino síntesis del destino individual y el colectivo en una armonía superior, a la que uno y otro sirven». (Cuaderno de notas de un estudiante europeo. Septiembre de 1936)

“En esta época la idea de todos es la “unidad” metafísica, la unidad en Dios; cuando se tienen estas verdades absolutas todo se explica, y el mundo entero, que en este caso es Europa, funciona según la más perfecta economía de los siglos. Las Universidades de París y de Salamanca razonan sobre los mismos temas en el mismo latín. El mundo se ha encontrado a sí mismo. Pronto se realizará el Imperio español, que es la unidad histórica, física, espiritual y teológica». (Conferencia pronunciada en el Teatro Calderón de Valladolid. 3 de marzo de 1935)

José Antonio rechaza y condena la Reforma protestante y la Revolución francesa

“El siglo XIII es probablemente el comienzo de la última edad clásica, a cuya liquidación estamos asistiendo, y ya podemos contemplar las fuerzas que la disuelven. Han operado sobre ella la Reforma y la Revolución francesa”. (Conferencia pronunciada en Zaragoza, en el cinema Alhambra. 17 de febrero de 1935)

«Todo proceso histórico es, en el fondo, un proceso religioso. Sin descubrir el substratum religioso no se entiende nada. La presente situación del mundo es, ni más ni menos, la última consecuencia de la Reforma». «En el protestantismo están ya en germen: la civilización mecánica; la interpretación económica de la vida (el éxito en los negocios humanos, señal de predestinación; idea calvinista); el capitalismo (por oposición a la función feudal de la propiedad); el optimismo (los calvinistas creen que no todos los hombres son llamados a la gracia, pero ellos se sienten todos llamados a la gracia).

La Reforma: Lutero (la fe sin las obras); Calvino (la gracia inamisible). Luego: ni esfuerzos por ganar el Cielo, ni preocupación por el Infierno. La energía se encauza hacia lo humano. Hay como un desbordamiento de alegría. Y, al lado, la irrupción de los nuevos ricos, compradores de los bienes eclesiásticos. ¿Libertad de creencias? Nada de eso; ese es ya un fenómeno del siglo XIX. La Reforma se manifiesta como una guerra santa contra lo que llama el papismo idólatra; guerra implacable y durísima: (Ginebra, Inglaterra, con los Cecil y Cromwell; Gustavo Adolfo…). En el protestantismo están ya en germen: la civilización mecánica; la interpretación económica de la vida (el éxito en los negocios humanos, señal de predestinación; idea calvinista); el capitalismo (por oposición a la función feudal de la propiedad); el optimismo (los calvinistas creen que no todos los hombres son llamados a la gracia, pero ellos se sienten todos llamados a la gracia). “El optimismo filosófico. Rousseau; el hombre es nativamente bueno. Abolengo protestante del optimismo filosófico (la gracia concedida de balde. ¿Quizá sobra el pecado original? El protestantismo sostiene que la Redención bastó para devolvernos a todos la gracia (a los elegidos, claro), sin necesidad de obras ni Sacramentos; es decir, nos reintegró del estado de penitencia (católico) al estado de inocencia) — Abolengo protestante de la “declaración de los derechos del hombre” . Las “declaraciones” exceden del pensamiento de Rousseau (el individuo no se reserva nada, según él); pero la sustancia está en el optimismo; Rousseau lo es a machamartillo, el ser colectivo siempre quiere ser bien. (Cuaderno de notas de un estudiante europeo. Septiembre de 1936)

José Antonio critica y rechaza el liberalismo

“El liberalismo es, por una parte, el régimen sin fe: el régimen que entrega todo, hasta las cosas esenciales del destino patrio, a la libre discusión. Para el liberalismo nada es absolutamente verdad ni mentira. La verdad es, en cada caso, lo que dice el mayor número de votos. Así, al liberalismo no le importa que un pueblo acuerde el suicidio con tal que el propósito de suicidarse se tramite con arreglo a la ley electoral.

Y como para que funcione la ley electoral tiene que estimularse existencia de bandos y azuzarse la lucha entre ellos, el sistema liberal es el sistema de la perpetua desunión, de la perpetua ausencia de una fe popular en la comunión profunda de destino.

Por otra parte, el liberalismo es la burla de los infortunados: declara maravillosos derechos: la libertad de pensamiento, la libertad de propaganda, la libertad de trabajo… Pero esos derechos son meros lujos para los favorecidos por la fortuna. A los pobres, en régimen liberal, no se les hará trabajar a palos, pero se los sitia por hambre. El obrero aislado, titular de todos los derechos en el papel, tiene que optar entre morirse de hambre o aceptar las condiciones que le ofrezca el capitalista, por duras que sean. Bajo el régimen liberal se asistió al cruel sarcasmo de hombres y mujeres que trabajan hasta la extenuación, durante doce horas al día, por un jornal mísero y a quienes, sin embargo, declaraba la ley hombres y mujeres «libres». (Luz nueva en España. Artículo escrito en mayo de 1934, para el semanario España Sindicalista)

“Las últimas consecuencias del liberalismo político: pulverización de los partidos; duración efímera de los gobiernos; ferocidad en las luchas políticas; la injuria, método polémico: la Prensa insolvente; las bibliotecas nocturnas (fábricas de obreritos pedantes, que se creen cultos porque conocen un manualito tendencioso de cualquier disciplina); el hundimiento de toda jerarquía, la insolidaridad; el nacionalismo…

Las últimas consecuencias del liberalismo económico: superindustrialización (artículos de primer establecimiento fabricados al ritmo de los artículos de consumo; saturación de los mercados). Industrialización de todos los países. Concentración de capitales — Proletarización del artesanado (y, en cierto modo, de la clase media, ya, en su mayor parte, asalariada; la diferencia de salario es meramente cuantitativa pero no cualitativa; la clase media ya no tiene casa, patrimonio familiar; vive suspendida de la existencia material del jefe que la sostiene con su sueldo) — Las profecías de Carlos Marx — Las grandes crisis — El paro”. (Cuaderno de notas de un estudiante europeo. Septiembre de 1936)

José Antonio critica y rechaza el socialismo

“El socialismo vio esa injusticia y se alzó, con razón, contra ella. Pero al deshumanizarse el socialismo en la mente inhospitalaria de Marx, fue convertido en una feroz, helada doctrina de lucha. Desde entonces no aspira a la justicia social: aspira a sustanciar una vieja deuda de rencor, imponiendo a la tiranía de ayer –la burguesía– una dictadura del proletariado.

Para llegar ahí, además, el socialismo extirpa en los obreros casi todo lo espiritual, porque teme que, dejándolo vivo, tal vez los proletarios se ablanden al influjo de los vapores espirituales burgueses. Y así se aniquila en los obreros la religión el amor a la Patria.. ; en los ejemplos extremos, como el de Rusia, hasta la ternura familiar.

El liberalismo nos divide y agita por las ideas; el socialismo taja entre nosotros la sima, aún más feroz, de la lucha económica”. (Luz nueva en España. Artículo escrito por José Antonio, en mayo de 1934, para el semanario España Sindicalista, que no llegó a publicarse, en Zaragoza)

“Si la revolución socialista no fuera otra cosa que la implantación de un nuevo orden en lo económico, no nos asustaríamos. Lo que pasa es que la revolución socialista es algo mucho más profundo. Es el triunfo de un sentido materialista de la vida y de la historia; es la sustitución violenta de la Religión por la irreligiosidad; la sustitución de la Patria por la clase cerrada y rencorosa; la agrupación de los hombres por clases, y no la agrupación de los hombres de todas las clases dentro de la Patria común a todos ellos; es la sustitución de la libertad individual por la sujeción férrea de un Estado que no sólo regula nuestro trabajo, como un hormiguero, sino que regula también implacablemente nuestro descanso. Es todo esto. Es la venida impetuosa de un orden destructor de la civilización occidental y cristiana; es la señal de clausura de una civilización que nosotros, educados en sus valores esenciales, nos resistimos a dar por caducada.” (La Falange ante las elecciones de 1936. Discurso pronunciado en el Cinema Europa, de madrid, el día 2 de febrero de 1936).

José Antonio critica el fascismo y el nacionalsocialismo

“Fascismo: pretende resolver la inarmonía entre el hombre y su contorno absorbiendo al individuo en la colectividad. El fascismo es fundamentalmente falso: acierta al barruntar que se trata de un fenómeno religioso, pero quiere sustituir la religión por una idolatría. Falso además en lo económico, porque no se remueve la verdadera base: el capitalismo. Eso del sistema corporativo es una frase: conserva la dualidad: patrono-obrero, aunque agigantada en los sindicatos. Es decir, persiste el esquema bilateral de la relación de trabajo y, atenuada o no, la mecánica capitalista de la plus-valía”. (José Antonio. Cuaderno de notas de un estudiante europeo. Septiembre de 1936)

“Ejemplo de los que se llama Estado totalitario son Alemania e Italia, y notad que no sólo no son similares, sino que son opuestos radicalmente entre sí; arrancan de puntos opuestos. El de Alemania arranca de la capacidad de fe de un pueblo en su instinto racial. El pueblo alemán está en el paroxismo de sí mismo; Alemania vive una superdemocracia.

El movimiento alemán es de tipo romántico; su rumbo, el de siempre; de allí partió la Reforma e incluso la Revolución francesa, pues la declaración de los derechos del hombre es copia calcada de las Constituciones norteamericanas, hijas del pensamiento protestante alemán” (España y la barbarie. Conferencia pronunciada en el Teatro Calderon, de Valladolid. 3 de marzo de 1935).

José Antonio rechaza el absolutismo y el totalitarismo estatales

“Mañana, pasado, dentro de cien años, nos seguirán diciendo los idiotas: queréis desmontarlo [el Estado liberal] para sustituirlo por otro Estado absorbente, anulador de la individualidad. Para sacar esta consecuencia, ¿íbamos nosotros a tomar el trabajo de perseguir los últimos efectos del capitalismo y del marxismo hasta la anulación del hombre? (Discurso sobre la revolución española. Cine Madrid. Madrid, 19 de mayo de 1935).

“La divinización del Estado es cabalmente lo contrario de lo que nosotros apetecemos. Nosotros consideramos que el Estado no justifica en cada momento su conducta, como no la justifica un individuo, ni la justifica una clase, sino en tanto se amolda en cada instante a una norma permanente. Mientras que diviniza al Estado la idea rousseauniana de que el Estado, o los portadores de la voluntad que es obligatoria para el Estado, tiene siempre razón; lo que diviniza al Estado es la creencia en que la voluntad del Estado, que una vez manifestaron los reyes absolutos, y que ahora manifiestan los sufragios populares, tiene siempre razón. Los reyes absolutos podían equivocarse; el sufragio popular puede equivocarse; porque nunca es la verdad ni es el bien una cosa que se manifieste ni se profese por la voluntad. El bien y la verdad son categorías permanentes de razón, y para saber si se tiene razón no basta preguntar al rey –cuya voluntad para los partidarios de la soberanía absoluta era siempre justa–, ni basta preguntar al pueblo –cuya voluntad, para los rousseaunianos es siempre acertada–, sino que hay que ver en cada instante si nuestros actos y nuestros pensamientos están de acuerdo con una aspiración permanente. Por eso es divinizar al Estado lo contrario de lo que nosotros queremos. Nosotros queremos que el Estado sea siempre instrumento al servicio de un destino histórico, al servicio de una misión histórica de unidad” (Discurso pronunciado en el Parlamento el 19 de diciembre de 1933)

“La idea del destino justificador de la existencia de una construcción (Estado o sistema), llenó la época más alta que ha gozado Europa: el siglo XIII, el siglo de Santo Tomás. Y nació en mentes de frailes. Los frailes se encararon con el poder de los reyes y les negaron ese poder en tanto no estuviera justificado por el cumplimiento de un gran fin: el bien de los súbditos.

Aceptada esta definición del ser –portador de una misión, unidad cumplidora de un destino–, florece la noble, grande y robusta concepción del «servicio». Si nadie existe sino como ejecutor de una tarea, se alcanza precisamente la personalidad, la unidad y la libertad propias «sirviendo» en la armonía total” (Estado, individuo y libertad. Conferencia pronunciada en el curso de formacion organizado por FE de las JONS, el dia 28 de marzo de 1935)

«Es preciso configurar un nuevo orden, y éste es el Destino de España en nuestros días. Tenemos que afanarnos por salvar a España y al mundo entero. El Orden nuevo tiene que arrancar de la propia existencia del hombre, del reconocimiento de su libertad y dignidad. “La libertad del hombre y la dignidad humana son valores eternos e intangibles. El orden nuevo ha de arrancar de la existencia del hombre como portador de valores eternos. No participamos pues del panteísmo estatal”». «España podrá rehacer su vida por este camino, en el que se encuentran los valores cristianos y occidentales de nuestra civilización» (Conferencia pronunciada en el Cinema Alhambra de Zaragoza. 17 de febrero de 1935)

«Falange Española aspira a potenciar el valor nacional de España, no con el criterio de idolatría de las entidades naturales que informan a los partidos nacionalistas sino con el criterio que aspira a perpetuar en España la representación histórica de un sentido universal de la vida». (Conclusiones definitivas de José Antonio en el proceso de Alicante, 17 de noviembre de 1936)

José Antonio ensalza la labor de España frente a la Revolución

«España contestó siempre con la afirmación católica. Por su sentido de CATOLICIDAD, de UNIVERSALIDAD, ganó España al mar y a la barbarie continentes desconocidos. Los ganó para incorporar a quienes los habitaban a una empresa universal de salvación». (Puntos Iniciales de Falange Española. F.E., núm. 1, 7 de diciembre de 1933)

«El destino de España: la incorporación de un mundo a la cultura, a la católica. España estaba exactamente a punto (en forma) cuando el mundo presentó aquella coyuntura. España entonces asumió resueltamente la causa de la unidad católica: bula de Alejandro VI, Trento, Lepanto, Valtelina, Guerra de los 30 años…». (Cuaderno de notas de un estudiante europeo. Septiembre de 1936)

«España supo ser fuerte, sobria, austera y supo sacrificarse por lo espiritual, sabiendo ser heroica sobre todas las cosas y hacer morir a los suyos cuando hizo falta. España no tuvo banderías mientras no perdió su fuerza. Y sin banderías y sin partidos políticos luchó gloriosamente, teniendo por escenario toda la faz de la tierra y por enemigo nada menos que a Satanás». (Discurso pronunciado en Cáceres. 4 de febrero de 1934)

«España en el siglo XVI es el brazo ejecutor de Dios» (Conferencia pronunciada en el Ateneo de Santander. 14 de agosto de 1934)

«Es triste y angustioso ver cómo los españoles consumen sus energías en luchar unos contra otros, pensando sólo en solventar entre sí odios y rencores, con olvido de España, a la que tratan de rendir y aniquilar.

Por fortuna, esto no es posible lograrlo en usa nación de muchos siglos de existencia, y cuyo sentido de unidad ha perdurado siempre, aun en épocas de fragmentación territorial, en las cabezas de nuestros reyes, santos y pensadores, ni con una nación de tal contextura espiritual que, al descubrir para la Humanidad un nuevo continente, lejos de abusar de su poderío y explotar a los indígenas, empieza por declararlos iguales a los españoles.

Mas España comienza a perder su propio estilo y personalidad cuando por obra de las doctrinas rousseanianas y de la Revolución francesa, surgen las divisiones en territorios y regiones; cuando, por no mirarse de frente a España, abarcándola total y absolutamente, sino desde un punto de vista particular de clase o de interés, nacen los partidos políticos; esto es, cuando se niega la existencia de ciertas verdades permanentes, se admite la teoría absurda de que las sociedades políticas son consecuencia de un pacto expresado mediante sufragio» (Discurso pronunciado en Callosa de Segura. 22 de julio de 1934)

José Antonio propone el retorno a la unidad religiosa de Europa y de España

“Solución religiosa: el recobro de la armonía del hombre y su contorno en vista de un fin trascendente. Este fin no es la patria ni la raza, que no pueden ser fines en sí mismos: tienen que ser un fin de unificación del mundo, a cuyo servicio puede ser la patria un instrumento; es decir, un fin religioso. — ¿Católico? Desde luego, de sentido cristiano”.

Y así acaso un día vuelva a encenderse sobre Europa unificada la alegría católica”.

“Alemania: llegará a ser un sistema profundo y estable si alcanzase sus últimas consecuencias: la vuelta a la unidad religiosa de Europa; es decir, si se aparta de la tradición nacionalista y romántica de las Alemanias y reasume el destino imperial de la casa de Austria”. (Cuaderno de notas de un estudiante europeo. Septiembre de 1936)

«Falange Española de las J.O.N.S. contempla al pueblo en su integridad y quiere vitalizarlo del todo: de una parte, implantando una justicia económica que reparta entre todos los sacrificios, que suprima intermediarios inútiles y que asegure  a millares de familias paupérrimas una vida digna y humana. Y, de otra parte, compaginando esa preocupación económica con la alegría y el orgullo de la grandeza histórica de España, de su sentido religioso, católico, universal, de  sus logros magníficos, que pertenecen por igual a los españoles de todas clases». (Discurso pronunciado en Pamplona en un Centro local de Falange. 15 de agosto de 1934)

José Antonio propone reconstruir España sobre la base de la religión católica, que el Estado debe reconocer como única verdadera, inspirándose en ella y reconociendo sus deberes para con la Iglesia

«La interpretación católica de la vida es, en primer lugar, la verdadera «. (Puntos Iniciales de Falange Española. F.E., núm. 1, 7 de diciembre de 1933)

«Así, pues, toda reconstrucción de España ha de tener un sentido católico». (Puntos Iniciales de Falange Española. F.E., núm. 1, 7 de diciembre de 1933)

«Nuestro Movimiento incorpora el sentido católico –de gloriosa tradición y predominante en España- a la reconstrucción nacional» (Norma Programática de Falange Española de las J.O.N.S. Noviembre de 1934)

«El Estado nuevo se inspirará en el espíritu religioso católico tradicional en España y concordará con la Iglesia las consideraciones y el amparo que le son debidos». (Puntos Iniciales de Falange Española. F.E., núm. 1, 7 de diciembre de 1933)

José Antonio propone la reconstrucción de una sociedad orgánica y jerárquica respetuosa del hombre concreto y de la autoridad de los cuerpos intermedios

“La construcción de un orden nuevo la tenemos que empezar por el hombre, por el individuo, como occidentales, como españoles y como cristianos; tenemos que empezar por el hombre y pasar por sus unidades orgánicas, y así subiremos del hombre a la familia, y de la familia al Municipio y, por otra parte, al Sindicato, y culminaremos en el Estado, que será la armonía de todo” (Discurso sobre la revolución española. Madrid, 19 de mayo de 1935).

“El individuo, como portador de un alma, como titular de un patrimonio; la familia, como célula social; el Municipio, como unidad de vida, restaurado otra vez en su riqueza comunal y en su tradición; los Sindicatos, como unidad de la existencia profesional y depositarios de la autoridad económica que se necesita para cada una de las ramas de la producción. Cuando tengamos todo esto, cuando se nos integre otra vez en un Estado servidor el destino patrio, cuando nuestras familias y nuestros Municipios, y nuestros Sindicatos, y nosotros, seamos, no unidades estadísticas, sino enteras unidades humanas, entonces, aunque no formemos cola a las puertas de los colegios para echar los papelitos que acaso nos obligaron a echar nuestros usureros o nuestros amos, entonces sí podremos decir que somos hombres libres” (Discurso pronunciado en el Frontón Betis. Sevilla, 22 de diciembre de 1935).

“Así, el nuevo Estado habrá de reconocer la integridad de la familia, como unidad social; la autonomía del Municipio, como unidad territorial, y el sindicato, el gremio, la corporación, como bases auténticas de la organización total del Estado” (FE, núm.1, 7 de diciembre de 1933). “Interviene, pues, el individuo en el Estado como cumplidor de una función, y no por medio de los partidos políticos; no como representante de una falsa soberanía, sino por tener un oficio, una familia, por pertenecer a un municipio. Se es así, a la vez que laborioso operario, depositario del poder. Los sindicatos son cofradías profesionales, hermandades de trabajadores, pero a la vez órganos verticales en la integridad del Estado. Y al cumplir el humilde quehacer cotidiano y particular se tiene la seguridad de que se es órgano vivo e imprescindible en el cuerpo de la Patria. Se descarga así el Estado de mil menesteres que ahora innecesariamente desempeña. Sólo se reserva los de su misión ante el mundo, ante la Historia. Ya el Estado, síntesis de tantas actividades fecundas, cuida de su destino universal. Y como el jefe es el que tiene encomendada la tarea más alta, es él el que más sirve. Coordinador de los múltiples destinos particulares, rector del rumbo de la gran nave de la Patria, es el primer servidor; es como quien encarna la más alta magistratura de la tierra, «siervo de los siervos de Dios». (Estado, individuo y libertad. Conferencia pronunciada en el curso de formacion organizado por FE de las JONS, el dia 28 de marzo de 1935)

José Antonio propone revitalizar las instituciones, leyes, fueros y costumbres de la España prerrevolucionaria

“España, aunque no sea ni mejor ni peor que las demás naciones, desde luego es distinta. Tiene características muy acusadas, que es preciso respetar, si no se quiere ir al fracaso, porque sería necio el luchar contra la Naturaleza. Por otra parte, la tradición española es demasiado fuerte y rica, y nosotros no vamos a cometer el desatino de desaprovechar esas existencias y lecciones de la tradición. Nuestro país ha vivido anteriormente muchas experiencias sociales, políticas y económicas que hoy en el mundo empiezan a reivindicarse. Tenemos en nuestra Historia ejemplos de legislación agraria y ganadera que puede hoy mismo aplicarse con feliz eficacia; así como la organización por gremios y oficios, y los fueros municipales, y los montes y bienes comunales, y la «mesta», y tantas otras costumbres que nacieron y prosperaron a impulso de la necesidad propia y característica de la raza” (El Pueblo Vasco, de San Sebastián, 9 de enero de 1935)

“La Falange sabe muy bien que España es varia, y eso no le importa. Justamente por eso ha tenido España, desde sus orígenes, vocación de Imperio. España es varia y es plural, pero sus pueblos varios, con sus lenguas, con sus usos, con sus características, están unidos irrevocablemente en una unidad de destino en lo universal. No importa nada que se aflojen los lazos administrativos, mas con una condición: con la de que aquella tierra a la que se dé más holgura tenga tan afianzada en su alma la conciencia de la unidad de destino, que no vaya a usar jamás de esa holgura para conspirar contra ella” (Discurso sobre la revolución española. Madrid, 19 de mayo de 1935) “Entendida  España así, no puede haber roce entre el amor a la tierra nativa, con todas sus particularidades, y el amor a la Patria común, con lo que tiene de unidad de destino. Ni esta unidad habrá de descender a abolir caracteres locales, como ser, tradiciones, lenguas, derecho consuetudinario, ni para amar estas características locales habrá que volverse de espaldas –como hacen los nacionalistas- a las glorias del destino común” (Discurso pronunciado en el Centro local de Falange. Pamplona, 15 de agosto de 1934).

18-de-julioHasta aquí algunos textos del fundador de la Falange que demuestran, en definitiva, que, sea por casualidad o por causalidad, si comparamos el pensamiento de José Antonio con el pensamiento contrarrevolucionario de su época (carlismo, Acción Española…), no existen diferencias en lo esencial, sino coincidencias.

Deseo aclarar que para realizar esta comparativa he tenido en cuento los escritos de diversos pensadores tradicionalistas (carlistas y no carlistas), tales como Aparisi y Guijarro, Donoso Cortés, Jaime Balmes, los Nocedal (padre e hijo), Vázquez de Mella, Ramiro de Maeztu y Vázquez Pradera, entre otros. Pero no he tenido en cuenta los escritos de otros políticos falangistas, sino sólo los de José Antonio.

Es una aclaración importante, porque para comparar bien y llegar a una conclusión correcta es necesario conocer bien todas las partes comparadas. En este caso, el pensamiento contrarrevolucionario y el pensamiento de José Antonio.

Creo que uno de los motivos por los que muchos admiradores de José Antonio y muchos seguidores de la Tradición coinciden en considerar incompatibles ambos pensamientos es que no conocen bien el pensamiento del otro y, a veces, tampoco el propio.

Y a ello contribuye el hecho de que, tanto en torno al pensamiento joseantoniano como en torno al pensamiento tradicionalista, ha habido y hay muy diversas interpretaciones subjetivas distantes de la realidad.

Si un carlista, por ejemplo, confunde el pensamiento de José Antonio con lo que atribuyen a José Antonio “falangistas” liberales o “falangistas” socialistas (es decir, visiones sesgadas, parciales. incompletas, descontextualizadas, de José Antonio) es lógico que considere al fundador de la Falange un personaje ajeno a la Tradición.

Lo mismo ocurre cuando un falangista confunde el pensamiento tradicionalista español con el absolutismo o el conservadurismo político, o, por otro lado, con el carloshuguismo, que poco o nada tienen que ver con la Tradición española.

Otra consideración relevante es que, en algunos temas, José Antonio fue cambiando de parecer. Así, por ejemplo, su valoración del fascismo no es la misma al principio de la fundación de Falange que al final de su vida. Lo mismo se podría decir de su opinión sobre el corporativismo o el uso del término totalitario aplicado al Estado.

Obviamente, es su posicionamiento final lo que definitivamente define el pensamiento joseantoniano.

Teniendo en cuenta las anteriores puntualizaciones, si existen diferencias entre José Antonio y otros tradicionalistas, son de forma, no de fondo. Más que nada, de táctica política.

Una de esas diferencias entre el pensamiento joseantoniano y el de otros tradicionalistas y contrarrevolucionarios tiene que ver con la gente a la que va dirigido su mensaje. Los carlistas tratan de captar o conservar, sobre todo, a aquellos compatriotas preocupados por la situación religiosa de España, a los partidarios de la monarquía, a quienes desean conservar o restaurar los fueros.

José Antonio, que cree inminente la invasión de los bárbaros (el comunismo) y tarea prioritaria evitarla, intenta atraer a los españoles cuya principal preocupación no es el tema religioso sino la injusticia social y los abusos capitalistas, para sustraerlos al influjo y manipulación de los partidos y sindicatos marxistas.

Ello no implica que los carlistas no tuvieran un mensaje social y económico partidario de la justicia y contrario al capitalismo liberal, ni tampoco que José Antonio (como hemos leído en los textos reproducidos anteriormente) no tuviera como meta última la supremacía de lo espiritual.

Otras dos diferencias son la falta de concreción y desarrollo de que adolece el pensamiento joseantoniano en algunas cuestiones, si se lo compara con el tratamiento de esas cuestiones que hacen otros autores tradicionalistas, así como el distinto énfasis puesto en determinados temas.

En lo que respecta al desarrollo de los postulados políticos, si leemos, por ejemplo, el libro El Estado Nuevo, del carlista Víctor Pradera, comprobamos que el autor aborda la cuestión de la construcción de un nuevo Estado de principio a fin, entrando en todo tipo de detalles y de un modo íntegro y sistemático. Algo parecido podemos decir del Tratado de Derecho Político de Enrique Gil Robles.

Por el contrario, José Antonio no escribió un tratado o un libro exponiendo pormenorizadamente en qué consistía su idea del nuevo orden social que deseaba implantar en España.

Las obras completas de José Antonio se componen de breves artículos, transcripciones de conferencias y discursos (en muchas ocasiones resúmenes), intervenciones parlamentarias, entrevistas periodísticas…

Todo ello dicho o escrito con la precipitación a que le abocaba el ritmo trepidante de la política de su tiempo y la urgencia de tratar de detener el triunfo, que parecía inminente, del marxismo.

José Antonio no fue un filósofo dedicado exclusivamente a reflejar su pensamiento con tiempo, con calma y sin apremios; sino un hombre de acción; el jefe de un movimiento político, obligado a actuar bajo la presión de las circunstancias en las que tuvo que desenvolver su vida pública. Unas circunstancias (viajes por toda España y por el extranjero con fines electorales y propagandísticos, reuniones políticas, etc.) que le robaban, más que le brindaban, el tiempo necesario para plasmar con densidad y exactitud su pensamiento. Ni tan siquiera tuvo la oportunidad que tuvo un Vázquez de Mella de contar con una vida dilatada para ir desgranando sus ideas y desarrollándolas a lo largo de los años.

Todo ello no quiere decir que no le preocupasen el rigor doctrinal y lo que él llamaba constante vigilancia del pensamiento sobre la acción.

Pero sería injusto esperar de José Antonio un compendio de teoría política tan amplio y preciso como los que otros tradicionalistas y contrarrevolucionarios lograron redactar.

Ahora bien, tampoco es justo que quienes deseen profundizar en el pensamiento de José Antonio -que no surge de la nada, sino que es heredero y deudor del de otros anteriores, contemporáneos y posteriores a él-, no tomen en consideración las aportaciones de esos otros pensadores que forman parte de la escuela tradicionalista y contrarrevolucionaria española.

Lamentablemente, así como algunos tradicionalistas han menospreciado y malinterpretado a José Antonio por no no comprender  la diferencia entre lo esencial de su pensamiento. lo accesorio y el modo de expresarlo en la coyuntura que le tocó vivir, algunos falangistas y joseantonianos han idolatrado a José Antonio, considerándolo una especie de nuevo mesias inaugurador de una nueva era y predicador de un nuevo mensaje político absolutamente original y superior al de cualquier otro.

Nada más lejos de la realidad.

No trato aquí de juzgar si José Antonio fue mejor o peor que otros teóricos del pensamiento tradicional español, pero sí que, para entender la fundamentación teológica, filosófica y política de su pensamiento, y aun para ayudar a desarrollar y concretar muchas de sus propuestas temporales, es bueno, útil y conveniente recurrir a los escritos de otros autores tradicionalistas.

Nadie que admire a José Antonio y comulgue con su ideario puede querer a José Antonio encumbrado en el altar de la divinidad, sino a José Antonio encaramado sobre el faro de la Tradición católica y española que debe iluminar el pensamiento político y social.

Un José Antonio que despunta con estilo propio en su modo muy peculiar de comunicar las grandes verdades y los grandes principios, deducir sus últimas consecuencias y divulgarlos haciendo su comprensión asequible a personas de toda condición.

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(Para profundizar en el tema tratado en este artículo recomiendo la lectura de los siguientes textos:

  • José Antonio y la Tradición. Conferencias pronunciadas por José María Permuy Rey el 19 de abril de 2004 en Gerona, en la Sede de la Comunión Tradicionalista (invitado por la Asociación Gerona Inmortal) y el 20 de abril de 2004 en Barcelona en la Sede de la Asociación de Estudios Sociales (ADES)
  • José Antonio, la Falange y la Ciudad Católica. Artículo de José María Permuy. publicado en el número 37 de La Gaceta del Centenario, el 14 de marzo de 2002.
  • La interpretación católica de la vida en el pensamiento falangista. Conferencia pronunciada por José María Permuy Rey, Jefe Provincial de FE-La Falange de La Coruña, en el Aula de Cultura de Fuerza Nueva, en Madrid, el 21 de noviembre de 2002.
  • Las relaciones Iglesia-Estado en el pensamiento de José Antonio. Conferencia pronunciada por José María Permuy en la Sede Nacional de Falange Española Independiente. Madrid, 5 de junio de 1999.
  • José Antonio visto a derechas. Luis María Sandoval Pinillos. Actas. 1998. ISBN: 84-87863-66-3
  • La Tradición en José Antonio y el sindicalismo en Mella. José María Codón Fuerza Nueva. 1978. ISBN: 9788473780179
  • Catolicismo y política. La interpretación católica de la vida en José Antonio. Francisco Torres García.
  • El último José Antonio Francisco Torres García. Editorial Barbarroja. 2013. ISBN: 9788487446818
  • Sobre el pretendido “influjo directo de Marx en José Antonio”. Sigfredo Hillers de Luque. Artículo publicado en Historia en Libertad. 18 de julio de 2015.
  • Falange y Teología Católica. Sigfredo Hillers de Luque. Artículo publicado en Historia en Libertad. 19 de octubre de 2016
  • José Antonio y la Religión. Ángel David Martín Rubio Artículo publicado en Historia en Libertad. 20 de noviembre 2015.
  • Entre lo espontáneo y lo difícil (Apuntes para una revisión de lo ético en el pensamiento de José Antonio Primo de Rivera). Miguel Argaya Roca. Oviedo, TARFE, 1996. ISBN 84-921050-6-2
  • Los fundamentos de la Falange. Miguel Argaya Roca. Falange Española de las JONS. 2000.

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