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10 noviembre 2016 • Incluso la cadena de la Iglesia parecía enfervorecida con la ultraabortista, homosexista y abiertamente anticatólica Clinton • Fuente: Dichos, Actos y Hechos

Pío Moa

Por qué la victoria de Trump tiene carácter histórico

Estatua de la libertadDebo reconocer que, aunque no descartaba la victoria de Trump, tampoco la esperaba. Parecía “racionalmente” imposible que ganase quien terminó ganando, con el gran dinero en contra, incluido el procedente de países árabes amparadores del islamismo radical, y con la prensa y demás medios masivamente a favor de Clinton en una de las campañas más sucias y feroces, que no ha ahorrado mentiras y manipulaciones. Ha sido, pues, una victoria contra quienes se entiende generalmente como los amos reales del poder en cualquier país. Porque, además, ocurría algo similar fuera de Usa. En España, por ejemplo, rivalizaron a favor de Clinton los medios ligados a todos los partidos y al gobierno; incluso la cadena de la Iglesia parecía enfervorecida con la ultraabortista, homosexista y abiertamente anticatólica Clinton. El nivel del análisis político en la prensa española nunca fue brillante, pero en este caso solo puede entenderse como un chiste malo, a base de una estruendosa manipulación informativa, de la que se han salvado muy pocos medios, entre ellos La Gaceta, dejando de relieve el carácter de bananocracia del actual régimen español.

Este hecho tiene mucho más alcance del que se le está dando. Las democracias llevan bastantes años evolucionando en un sentido semejante al despotismo del que advirtió genialmente Tocqueville: infantilización de la sociedad mediante un hedonismo pedestre cultivado desde el poder, y un poder que tras la apariencia de ser elegido está realmente manejado por poderosos grupos económicos y políticos que dominan a los grandes medios de masas para moldear a la opinión pública. El designio bien visible consiste en instaurar un poder mundial de ese tipo, que disuelva las naciones, las culturas nacionales y las religiones tradicionales, sustituyéndolas por la religión del dinero, en definitiva. El funcionamiento democrático puede describirse como la lucha por la opinión pública, en la que intervienen muchos factores, y los medios de masas son uno de los principales, generalmente el decisivo. La práctica unanimidad de esos medios contra Trump, y la obscenidad de los métodos empleados, ya indica por sí sola un grave retroceso del liberalismo y la democracia. Que hayan fracasado es un hecho alentador, porque hasta hace poco sus designios, desarrollado con acciones y procesos multiformes, parecían tendencias irresistibles. Este es el significado profundo de estas elecciones.

Creo que en la victoria de Trump subyace un mar de fondo de hartazgo y descontento difuso con las ideologías dominantes: abortistas, homosexistas, multiculturalistas, con las políticas “de género” o los feminismos más o menos histéricos. Todo esto es lo que representaba la Clinton en grado eminente. Representaba, además, la política exterior aventurera y agresiva que, so pretexto de democracia, ha provocado en los países árabes y Afganistán caos y guerras civiles y, en Egipto, un golpe militar. Representaba, además, una peligrosa política de cerco y acoso a Rusia.

¿Qué representa Trump? De momento ha sabido recoger ese descontento difuso e inconcreto, pero lo que haga está por ver. Internamente sus posibilidades de acción, si piensa en algo definido, se verán condicionadas inevitablemente por una red de grandes intereses de todo género, y también por sus adversarios, que han demostrado estar verdaderamente rabiosos en un país que parece emocionalmente más dividido que nunca desde la Guerra de Secesión. Para su política internacional, que es la que más nos interesa, va a encontrarse con serios problemas: el centro del comercio y de la política mundial tiende a desplazarse al Pacífico, y en la otra orilla se encuentra China camino de convertirse en superpotencia. Deshacerse de las agresivas aventuras en el mundo árabe, con sus tremendas consecuencias a largo plazo, será también un desafío difícil. Una Hispanoamérica desnortada –como de costumbre—será en definitiva un problema menor. Con respecto a Rusia, parece dispuesto a mejorar las relaciones, y en cuanto a la UE, puede ayudar a profundizar su crisis, lo que sería muy positivo porque esta parte de Europa se está convirtiendo en un monstruo que recoge todas las taras encarnadas en Clinton (comentábamos algo de eso en “Cita con la Historia”). Todo esto muy en líneas generales.

Con respecto a España nos interesa especialmente su política hacia la OTAN. Como es sabido, esa organización, creada para afrontar el expansionismo soviético en la zona del Atlántico Norte, debió haber desaparecido al desaparecer su objeto, pero en cambio ha ampliado su acción a todo el hemisferio Norte, con agresiones y provocaciones de todo género, que además se vienen saldando con costosas derrotas. Quizá termine por transformarse en OTPN, Organización del Tratado del Pacífico Norte. España está en la OTAN en posición de auténtico lacayo, obligada a emplear hombres y dinero en operaciones bautizadas “de paz” con perfecta perversión del lenguaje, en defensa de intereses ajenos, bajo mando ajeno y en idioma ajeno. He hablado de estas cuestiones otras veces, y la cuestión podría resumirse así: España no tiene nada que ganar en la OTAN, y sí mucho que perder. Perder, para empezar, su soberanía, un bien mucho más valioso que algún plato de lentejas, por emplear el símil bíblico. Y ello tanto con Clinton como con Trump. La política exterior española debe volver a la neutralidad, como la de Suiza o Suecia.

( Observen este breve video, que retrata al personaje Hillary Clinton, por la que han apostado a fondo tan inmensos intereses. Es su reacción después de observar en un móvil el asesinato de Gadafi: http://www.bing.com/videos/search?q=Hillary+Clinton%2c+Gadafi&&view=detail&mid=A4113698D60CD0833193A4113698D60CD0833193&FORM=VRDGAR)