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22 octubre 2016 • No comprenden el martirio de su amor intransigente

Desde Mi Campanario

José Sánchez del Río: Decimas. Los Artilleros

¿Quién fue heroica ligadura
entre fusil y poema,
entre rubí de diadema
y una frente prematura?
¿Quién paradoja y costura
de dos humanas fronteras?
Esas manos tempraneras
encumbraron estandarte
y se volvieron baluarte
de las entrañas cristeras.

Fue José Sánchez del Río
-de Michoacán, sahuayense-
clarín y juglar castrense;
niño en años, hombre en brío.
(Le parece un desvarío
a la gente indiferente
que vida tan incn nuevo Tarsicio
sobre la faz de esta grey…
Vitoreando a Cristo Reipiente
se trunque por un delirio,
no comprenden el martirio
de su amor intransigente).

Vida de juego y encanto
flor de harina su inocencia
grabado de providencia
en pliegos de risa y llanto.
Sobre su pecho un quebranto
rayaba la nueva aurora,
su savia apenas aflora
y ya irrumpe el infinito
con la plegaria de un grito
tras su pena redentora.

Animaba el campamento
su voz aguda, señera,
un rosario por hilera
le desgranaba el aliento.
La Fe quemaba su acento
como lumbre de candela,
tesón y metal de espuela
contra el blasfemo enemigo.
Acabó siendo testigo
por soldado y centinela.

Trenzado firme el Destino
apeó su temple inmortal
cuando salvó al general
inerme ante el asesino…
Designio angosto y divino
prestó su caballería,
rezumaba de porfía
por aquel cielo añorado
que se ha rasgado el costado
para calmar su agonía.

Sangre nupcial tu alabanza
por febrero sembradío,
San José Sánchez del Río
tierra y sudor de labranza.
Hora de Dios que te alcanza
con puñales inhumanos
rogando por tus hermanos
en ese cruento calvario;
callado como un sagrario
todo México en tus manos.

Lobreguez, miedo y tristeza
declinan en su letargo,
bebiste el cáliz amargo
por una dulce promesa.
Gloria de Cruz tu grandeza
traza victoria el suplicio,
se yergue un nuevo Tarsicio
sobre la faz de esta grey…
Vitoreando a Cristo Rey
a los pies del Sacrificio.

– _José A. Ferrari_ –

martires-y-santos

Del libro de Leonardo Castellani, El Apokalipsis de San Juan, 1º ed. 1963

Y vi a la Mujer
Ebria de la sangre de los Santos
Y la sangre de los mártires de Jesús
Y me asombré
Con grande asombro
Al verla.

Lacunza ha propuesto destos versillos una exégesis ingeniosa que parece plausible. La exégesis común los interpreta del furor persecutorio con que la Roma de Nerón y Domiciano derramaba sangre de cristianos. Eso puede andar del typo; pero ¿el antitypo? La sangre no emborracha, no produce euforia ni ufanía. Los Romanos salían tristes del Anfiteatro después de aquellas orgías de sangre y muerte, nos dice Tertuliano…

La Mujer Perdida se glorifica a sí misma ahora, con la sangre de los mártires y las loas de los Santos; se ufana y emborracha con ellas. Exactamente como dijo Cristo a los judíos: “vuestros padres mataron a los Profetas, y vosotros les levantáis monumentos, y os ufanáis con sus nombres, diciendo: si hubiéramos vivido entonces, no hubiésemos matado a los Profetas; y ahora estáis fraguando dar muerte al último y mayor de todos los Profetas”. La religión adulterada hace gala de la fama de los antiguos santos muertos; y persigue a los santos vivos.