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9 octubre 2016 • "Así hará mi Padre celestial con vosotros si cada uno de vosotros no perdona de corazón a su hermano"

Marcial Flavius - presbyter

21º Domingo después de Pentecostés: 9-octubre-2016

Rito Romano Tradicional

Evangelio

Mt 18, 22-35: En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «El reino de Dios es semejante a un rey que quiso arreglar sus cuentas con sus empleados. Al comenzar a tomarlas, le fue presentado uno que le debía millones. No teniendo con qué pagar, el señor mandó que fuese vendido él, su mujer y sus hijos y todo cuanto tenía, y que le fuera pagada la deuda. El empleado se echó a sus pies y le suplicó: Dame un plazo y te lo pagaré todo. El señor se compadeció de él, lo soltó y le perdonó la deuda. El empleado, al salir, se encontró con uno de sus compañeros que le debía un poco de dinero; lo agarró por el cuello y le dijo: ¡Paga lo que debes! El compañero se echó a sus pies y le suplicó: ¡Dame un plazo y te pagaré! Pero él no quiso, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara la deuda. Al ver sus compañeros lo ocurrido, se disgustaron mucho y fueron a contar a su señor todo lo que había pasado. Entonces su señor lo llamó y le dijo: Malvado, te he perdonado toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haberte compadecido de tu compañero, como yo me compadecí de ti? Y el señor, irritado, lo entregó a los torturadores, hasta que pagase toda la deuda. Así hará mi Padre celestial con vosotros si cada uno de vosotros no perdona de corazón a su hermano».

la-confesion-giuseppe-molteniReflexión

El Evangelio de este domingo está encaminado a inculcarnos la necesidad que tenemos como cristianos de perdonar a los demás. Para ello se nos recuerdan poderosos motivos a partir de lo que relata la parábola:

1. MOTIVOS PARA EL PERDÓN AL PRÓJIMO
1.1. La infinita misericordia de Dios sobre nosotros que se manifiesta:

a) En la inmensidad de nuestra deuda con la justicia divina: “uno que debía diez mil talentos”. La injuria hecha a Dios por el pecado es infinita puesto que ella ataca a un ser infinito y exige una reparación infinita.
b) En la absoluta impotencia en que nos encontramos para pagar esa deuda: “Como no tenía con qué pagar”.
c) En el justo y terrible juicio que nos espera, que no sería otro que la condenación eterna, si esta reparación no tiene lugar, si la deuda no es pagada: “el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así”.
d) Por el contrario, a nosotros se nos perdona la deuda entera en el Bautismo, tantas veces renovado en el Sacramento de la Penitencia: “El señor tuvo lástima de aquel empleado, y lo dejó marchar, perdonándole la deuda”.

1.2. La pequeñez de la ofensa que Dios nos pide perdonemos. La ofensa que nosotros hemos podido recibir es muy poca cosa, si se la compara con lo que nosotros somos culpables hacia la majestad divina: “el empleado aquel encontró a uno de sus compañeros, que le debía cien denarios”.

Esta distancia nos recuerda que el perdón de los pecados se sitúa en un orden completamente distinto al perdón de las ofensas mutuas. Por eso se requiere:

– El dolor de los pecados. Llamamos al dolor de los pecados: contrición, palabra que quiere decir rompimiento o despedazamiento, como cuando una piedra se rompe y hace añicos. Así se significa que el corazón duro del pecador en cierto modo se despedaza por el dolor de haber ofendido a Dios. Y se distingue del dolor meramente natural, de la vergüenza…
– La confesión sacramental. Porque el perdón de los pecados requiere una nueva infusión de gracia santificante en el alma y este es el camino ordinario instituido por Jesucristo. A quienes perdonéis los pecados… les quedan retenidos. Dada la naturaleza cuasi-judicial, hay necesidad por parte del sacerdote-ministro de conocer los pecados que absuelve.

1.3. Por último, Jesús pone ante nuestros ojos el juicio que espera a nuestra dureza. Si no perdonamos al prójimo:

a) Dios nos presentará ante los ojos y nos hará comprender justamente la misericordia que ha tenido con nosotros: “¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo pediste”
b) Nos censurará nuestra ingratitud, el mal uso que hemos hecho de los dones de la gracia:
c) Pronunciará contra nosotros un juicio tan justo como terrible: “Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos, hasta que pagara la deuda”

2. APLICACIÓN PRÁCTICA

2.1. Obremos hacia el prójimo como queramos que Dios obre con nosotros: Si tienes algún enemigo, aunque sea sin culpa tuya, dale alguna muestra de perdón y reza por él con frecuencia para demostrar que tú mismo le perdonas.
2.2. Acudir con frecuencia al Sacramento de la Confesión cuidando especialmente el dolor SOBRENATURAL de los pecados