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3 septiembre 2016 • Catecismo Mayor de San Pio X - 126

Desde Mi Campanario

Principios y nociones de la Historia de la Religión

BREVE HISTORIA DE LA RELIGIÓN

PRINCIPIOS Y NOCIONES FUNDAMENTALES

formacion-de-eva1. Dios, sapientísimo Creador de todas las cosas, las ordenó todas a Sí como a último fin, esto es, para que le diesen gloria manifestando las divinas perfecciones en los bienes que les comunicó. El hombre, criatura principal de este mundo visible, debía también promover y realizar este fin conforme a su naturaleza racional, con los actos libres de su voluntad, conociendo, amando y sirviendo a Dios, para alcanzar luego de esta suerte el galardón que del mismo Señor había de recibir. Este vinculo moral o ley universal, con que el hombre se halla naturalmente ligado a Dios, se llama religión natural.

2. Mas, habiendo la bondad divina preparado para el hombre una recompensa muy superior a cuanto él pudiera pensar y desear, esto es, queriendo hacerle partícipe de su misma bienaventuranza, como no bastase ya para fin tan levantado la religión natural, fue menester que Dios mismo le instruyese en los deberes religiosos. De donde se sigue que la Religión, desde el principio, hubo de ser revelada, esto es, manifestada por Dios al hombre.

3. De hecho fue así, que Dios reveló la religión a Adán y a los primeros Patriarcas, los cuales sucediéndose unos a otros y viviendo juntos muchísimo tiempo, podían transmitírsela fácilmente, hasta que Dios nuestro Señor se formó un pueblo que la guardase hasta la venida de Jesucristo, nuestro Salvador, Verbo de Dios encarnado, quien no la abolió, sino que la cumplió, perfeccionó y confió como en custodia a la Iglesia por todos los siglos.

Todo lo cual se demuestra por la historia de la Religión, que se confunde, así puede decirse, con la historia de la humanidad. Por donde es cosa manifiesta, que todas las que se llaman religiones, fuera de la única verdadera revelada por Dios, de la cual hablamos, son invenciones de los hombres y desviaciones de la Verdad, de la que algunas conservan una parte, mezclada empero con muchas mentiras y absurdos.

pascendi-domini-gregis-san-pio-x4. En cuanto a las sectas o divisiones que se hicieron de la Iglesia Católica, Apostólica, Romana, las suscitaron y promovieron, o bien los hombres presuntuosos, que abandonaron el sentir de la Iglesia universal por irse voluntaria y obstinadamente tras algún error propio o ajeno contra la Fe, y son los herejes, o bien hombres orgullosos y codiciosos de Mando, y que teniéndose por más alumbrados que la santa Iglesia, le arrancaron una parte de sus hijos, para rasgar, contra la palabra de Jesucristo, la católica unidad, separándose del Papa y del Episcopado a El unido, y son los cismáticos.

Mientras tanto, el fiel cristiano católico, que inclina su razón a la palabra de Dios, predicada en nombre de la santa Iglesia por los legítimos Pastores, y cumple fielmente la santa divina ley, camina con seguridad por el camino que le guía a su último fin, y cuanto más se instruye en la Religión, más echa de ver lo razonable de la santa fe.

jesus-escritura5. Este fue cabalmente el modo establecido por Dios para la perpetua tradición de la religión: la sucesiva y continua comunicación de los hombres entre sí, de modo que la verdad enseñada por los mayores se transmitiese en igual forma a los descendientes; lo cual debió durar aun después que en el decurso del tiempo movió él Espíritu Santo diversos escritores a poner en libros compuestos bajo su inspiración una parte de la ley divina.

Estos libros escritos con la inspiración de Dios, se llaman Sagrada Escritura, Libros Santos o la Sagrada Biblia. Llámanse libros del Antiguo Testamento los que se escribieron antes de la venida de Jesucristo, y los que se escribieron después, se llaman del Nuevo Testamento.

6. Aquí Testamento es lo mismo que Alianza o Pacto hecho por Dios con los hombres, a saber: de salvarlos por medio de un Redentor prometido, con la condición de que prestasen fe a su palabra y obediencia a sus leyes.

El antiguo Pacto lo asentó primero Dios con Adán y Noé, y después más especialmente con Abraham y su descendencia ; pacto que exigía la fe en el futuro Redentor o Mesías y la guarda de la ley dada al principio por Dios, y promulgada más tarde a su pueblo por medio de Moisés.

bautismoEl nuevo Pacto, después de la venida de Jesucristo, Redentor y Salvador nuestro, lo asienta Dios con todos los que reciben la señal que Él ha establecido, que es el Bautismo, y creen en Él y guardan la ley que el mismo Jesucristo vino a perfeccionar y completar, predicándola en persona y enseñándola de palabra a los Apóstoles. Estos recibieron de su divino Maestro el mandato de predicar por todas partes el santo Evangelio, y lo predicaron realmente de palabra, antes que fuese escrito por divina inspiración, como después lo fue. Pero ni todos ni solos los Apóstoles escribieron, y ciertamente ni unos ni otros escribieron todo lo que habían visto y oído.

7. Por cuanto acabamos de decir, y por lo que indicamos en el número 5, se comprende la suma importancia de la Tradición divina, que es la misma palabra de Dios, declarada por Él mismo de viva voz a sus primeros ministros. Por donde en ella también estriba nuestra fe, como en solidísimo fundamento.

8. Esta Tradición divina, junto con la Sagrada Escritura, es decir, toda la palabra de Dios escrita y transmitida de viva voz, fue confiada por nuestro Señor Jesucristo a un Depositario público, perpetuo, infalible, esto es, a la santa Iglesia Católica y Apostólica; la cual, fundada puntualmente en aquella divina Tradición, apoyada en la autoridad que Dios le ha dado y reforzada con la prometida asistencia y dirección del Espíritu Santo, define qué libros contienen la divina revelación, interpreta las escrituras, fija el sentido en las dudas que acerca de las mismas sobrevienen, decide en las cosas que miran a la fe y a las costumbres, y juzga con sentencias inapelables sobre cuantas cuestiones respecto de estos puntos de suprema importancia puedan de cualquier modo extraviar la inteligencia y el corazón de los fieles creyentes.

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9. Pero adviértase que este juicio compete a aquella parte escogida de la Iglesia que se llama docente o enseñante, formada, primero, por los Apóstoles, y después, por sus sucesores los Obispos, con el Papa a su cabeza, que es el Romano Pontífice, sucesor de San Pedro. El Sumo Pontífice, dotado por Jesucristo de la misma infalibilidad de que está adornada la Iglesia, y que le es necesaria para conservar la unidad y pureza de la doctrina, puede, cuando habla ex cathedra, esto es, como Pastor y Doctor de todos los cristianos, promulgar los mismos decretos y pronunciar los mismos juicios que la iglesia en lo que toca a la fe y a las costumbres, los cuales ninguno puede recusar sin menoscabo de su fe. Asimismo puede ejercer siempre la suprema potestad en todo lo concerniente a la disciplina y buen régimen de la Iglesia, y todos los fieles deben obedecerle con sincero obsequio de la mente y del corazón.

En la obediencia a esta suprema autoridad de la Iglesia y del Sumo Pontífice por cuya autoridad se nos proponen las verdades de la fe, se nos imponen las leyes de la Iglesia y se nos manda todo cuanto al buen gobierno de ella es necesario consiste la regla de nuestra fe.

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