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13 agosto 2016 • Uno de los mejores periodistas que informó en aquellos días de agosto por tierras de Extremadura

Moisés Domínguez Núñez

Agosto de 1936: John Elliott, un ganador del Premio Pulitzer en Badajoz

John " Tex" Elliott , corresponsal del "New York Herald Tribune". Al fondo, una evocación de su visita a Badajoz

John » Tex» Elliott , corresponsal del «New York Herald Tribune». Al fondo, una evocación de su visita a Badajoz

Sobre los hechos ocurridos después de la toma de Badajoz se han vertido rios de tinta. Ahora bien, casi siempre los investigadores e historiadores que se han ocupado del caso han tomado el camino más corto y sencillo, aquel que marco la “agit-prop” del momento, y muy pocos han sido críticos con las fuentes utilizadas. De esa manera, se daban por buenos, sin más discernimiento, los datos proporcionados por unos tratantes de la información como los propagandistas Jay Allen, John T. Whitaker o Jacques Berthet, entre otros.

La realidad es bien distinta, si se sabe bucear en el mundo de papel. Por eso recomiendo, a aquellos que se acerquen a esta temática desde el punto de vista periodístico, que lean, lean y lean y sean capaces de examinar a fondo las pruebas de contrario que muestran los más de treinta corresponsales que entraron en aquella ciudad de frontera, dejando aparcados los juicios de valor de unos historiadores de trinchera poco escrupulosos con el tratamiento de las fuentes primarias.

Como ya hemos hecho en otras ocasiones, hoy traemos a colación a uno de los mejores periodistas que informó en aquellos días de agosto por tierras de Extremadura y que ha pasado desapercibido para la historiografía de combate.

John Elliott Sampson, había nació en Morristown, New Jersey, en el año 1897. Se graduó en la Universidad de Princeton y en la escuela de periodismo de la Universidad de Columbia. También estudió en la Universidad de Montpellier (Francia). Durante la Primera Guerra Mundial, sirvió en la Caballería en Francia. Se casó con la ciudadana británica Edna Muriel Law y tuvo dos hijos; John y Robert Elliott.

John Elliott, conocido en el mundo del periodismo con el sobrenombre de “Tex”, había sido destinado a la oficina de Londres del “New York Herald Tribune” en 1920. En 1926 viajó a Berlín para hacerse cargo de la corresponsalía en Alemania del periódico neoyorquino. Fue muy critico con la Alemania Nazi y un verdadero visionario pues predijo la subida al poder del Adolf Hitler, de quien dijo en 1931 que era un “salvaje cruzado que aspiraba a ser un dictador”. Escribió entonces que “el fantasma de la dictadura amenazaba la república alemana”. No se equivocó. Era un corresponsal atípico. Hombre tranquilo; no fumaba ni bebía, no era asiduo de las reuniones sociales y además era un gran amante de la lectura. Había obtenido el premio “Pulitzer” por un artículo dedicado a la quema del “Reichstag” el 23 de Febrero de 1933. En 1934 escribiría “Hoy Alemania es un estado militar”. En 1935 denunció la creciente persecución a los judíos. Según Elliott los alemanes detestaban al genio Albert Einstein más por su sangre judía que por su pacifismo. Por ello es expulsado de Alemania e inmediatamente se instala en París donde es nombrado Director General para toda Europa de su periódico.

En julio de 1936 es comisionado para cubrir la Guerra Civil española. Cinco días después de iniciado el Alzamiento, cruza la frontera hispano-francesa con el pasaporte nº 475 en compañía de los corresponsales Bob Jones, Bertrand de Jouvenel, Edmond Taylor, Frances Davis y Harold Cardozo. Después de viajar a Pamplona se dirige a Burgos donde instalará su cuartel general.

En tan solo cuatro semanas viajó a través del todo el territorio controlado por los rebeldes desde Pamplona a Sevilla, desde Salamanca a Zaragoza. En uno de los desplazamientos al frente, de Zaragoza a Guadalajara, tuvieron que parar ya que dos enormes árboles estaban cruzados en la carretera. Ante la imposibilidad de continuar la marcha se vieron obligados hacer noche en Medinaceli (Soria).

A mediados de agosto de 1936 surge una oportunidad de oro para ocuparse de la primera batalla de entidad en la Guerra Civil. Dado la peligrosidad del terreno un grupo de reporteros americanos, británicos y franceses viajan juntos hasta Cáceres, después se desplazan en un convoy militar a Mérida, donde entrevista al teniente coronel Tella, y finalmente aterrizan en Badajoz el 15 de Agosto de 1936.

Pese a lo que diga más de un historiador, en este caso José Luis Vila-San Juan y no es el único “ Los periodistas que estuvieron en la capital extremeña en los días inmediatos a su ocupación, y que han dado pábulo para «la leyenda de Badajoz» fueron tres: el portugués Mario Neves y los franceses Marcel Dany, de la “Agencia Havas», y Jacques Berthet, del diario “Le Temps«, lo cierto y verdad es que en Badajoz entraron más de una treintena de periodistas, fotógrafos y camarógrafos. Esta falacia ha sido repetida y sostenida, sin solución de continuidad por muchos de los escritores, investigadores e historiadores que nos han precedido.

Precisamente, si por algo destaca el tratamiento informativo de la toma de Badajoz es por la cantidad de buenas crónicas que se escribieron sobre ella, solo había que buscarlas y ponerlas en valor sin limitarse a las más cercanas al “agit-prog” (Jacques Berthet o Jay Allen). Y es lo que he procurado hacer en los últimos años.

Hoy reproducimos el artículo que escribió John Elliott para el “New York Herald Tribune”; por cierto el mismo periódico para el que trabajaba el propagandista, John T. Whitaker, aquel que se inventó una entrevista que nunca tuvo lugar, poniendo en boca del teniente Coronel Yagüe aquella famosa frase: ¿Qué iba a llevar 4000 prisioneros rojos conmigo, teniendo mi columna que avanzar contrarreloj?”.

Dejemos aparcado ese otro mito, que no se sustenta por ningún lado, y centrémonos en este periodista: John Elliott, que sí estuvo en aquel Badajoz en el que aun se veía el humo de los bombardeos y se olía a muerte, verá la historia de forma muy distinta a Whitaker.

Guardias Civiles en Badajoz: 17-agosto-1936. Fuente: Antonio M. Barragán Lancharro y Moisés Domínguez Núñez: http://www.chdetrujillo.com/analisis-y-contextualizacion-de-las-imagenes-tomadas-por-rene-brut-en-la-ciudad-de-badajoz-el-17-y-18-de-agosto-de-1936/

Guardias Civiles en Badajoz: 17-agosto-1936. Fuente: Antonio M. Barragán Lancharro y Moisés Domínguez Núñez: http://www.chdetrujillo.com/analisis-y-contextualizacion-de-las-imagenes-tomadas-por-rene-brut-en-la-ciudad-de-badajoz-el-17-y-18-de-agosto-de-1936/

Transcribimos en su totalidad el articulo escrito desde Badajoz el 17 de Agosto de 1936 por el norteamericano y que salió traducido al español en varios periódicos españoles y latinoamericanos (por ejemplo, el “Tiempo” de Bogotá que lo publicó el 18 de agosto de 1936). En este caso traemos “el relato sobre la toma de Badajoz y la derrota de los marxistas en Mérida y Navalmoral” publicado el 19 de agosto de 1936, en la página tercera, del “Diario de Navarra”. Hay que anotar que este artículo fue enviado por correo a Hendaya (Francia) y por cable de Hendaya a Nueva York:

Badajoz (Del enviado especial John Elliott) La perdida por partida doble, en una semana, de Badajoz y Mérida, ha asestado un golpe fatal a la Segunda Republica Española.

La captura de Badajoz ha hecho posible, a las fuerzas del general Franco, su unión con las columnas del general Mola que operan desde el norte

Los dos ejércitos pueden ahora moverse contra Madrid, cuya caída eventual es un hecho inevitable.

Se puede viajar ahora desde la frontera francesa, vía de Pamplona, hasta Algeciras, en el Mediterráneo, sin salir del territorio controlado por el Gobierno Provisional establecido en Burgos.

Este Corresponsal fue el primer periodista que entró en Badajoz, 24 horas después de haber sido asaltada y tomada por las tres columnas que avanzaron desde Mérida, bajo la dirección del Coronel Castejón.

España es una tierra llena de ciudades memorables. Los dos sitios que sufrió Badajoz en 1811 y 1812 cuando franceses e ingleses luchaban en España, figuran entre las más extraordinarias en la historia del país. Esta ciudad, fuertemente fortificada, rodeada de murallas medievales de 30 pies de ancho, fue tomada en un día, a pesar de la resistencia desesperada que opusieron los marxistas.

Las calles, manchadas de sangre, ofrecen un testimonio elocuente de la ferocidad de la lucha.

Los héroes de la jornada fueron las tropas indígenas traídas de Marruecos Español por el general franco.

Badajoz, a primera vista, parecía hoy una ciudad del norte de África. Las tropas moriscas estaban sentadas bajo los arcos de los portales hablando displicentemente y limpiando los fusiles. Las numerosas víctimas de la batalla del viernes yacían tendidas en montones al lado de una enorme apertura de la muralla urbana. La apertura fue hecha por las autoridades locales hace algún tiempo para dar lugar a la expansión natural de la ciudad. Esta apertura fue un error fatal para los marxistas, pues fue por donde los nacionales entraron en la ciudad.

Las calles están regadas de sangre y de calzados de hombre muertos en la batalla. Las paredes de los edificios están acribilladas por las balas de rifles y ametralladoras. Muchas casas muestran las horribles grietas hechas por la artillería y el bombardeo aéreo. Las baterías del 7.5 mm aun están emplazas en la catedral.

La fachada y acera frente a la residencia del Gobernador militar están teñidas de sangre. Mientras el corresponsal estaba parado en el centro de la ciudad observó cuatro camiones que pasaban cargados de victimas del combate. La mayoría de las casas de la ciudad enarbolan una bandera, pañuelo o toalla blanca. La población lleva bandas blancas con números en las mangas para demostrar que no son ni combatientes ni espías.

El corresponsal escuchó un relato de la batalla de labios de un capitán perteneciente al Estado Mayor del Coronel Castejón:

“Después de capturar Mérida, el martes pasado, salimos en dirección a Badajoz, el jueves. Avanzamos hacia la ciudad en tres columnas, una dirigida por Castejón, otra por el Coronel Asensio y otra por el Coronel De Oro.

Los defensores habían fortificado las murallas con ametralladoras. La misma noche iniciamos un bombardeo intenso sobre la ciudad con artillería y aviones, tratamos entonces de asaltarla. Pudimos comprobar que el trabajo de artillería no había sido adecuado y tuvimos que desistir entonces.

Al día siguiente reanudamos el bombardeo. Las columnas de Castejón y Oro llevaron el ataque mientras que las tropas de Asenjo (sic) permanecían a retaguardia para proteger las comunicaciones. La legión extranjera se distinguió por su heroísmo. Los legionarios asaltaron con bayonetas calada el emplazamiento de las ametralladoras menospreciando su fuego mortífero y logrado desalojar el enemigo y tomar la ciudad. Esta carga quedará como una de las más grandes hazañas en las anales del Ejército español. Entonces los legionarios entraron en la ciudad avanzando de casa en casa, matando a todos los rojos que encontraban. Afortunadamente para los defensores muchos escaparon a Portugal que está a cinco millas de la ciudad. El total de comunistas muertos en la batalla se eleva a 500 o 600 “.

En Badajoz el corresponsal fue recibido por el Gobernador Militar (*). El coronel Tella me habló del esfuerzo desesperado que hicieron los comunistas para reconquistar Mérida, lo cual de haber tenido éxito, hubiera interrumpido las comunicaciones de los Ejércitos nacionales.

El viernes los rojos libraron dos contraataques. En uno de estos participó una fuerzas de 1500 marxistas ayudada por la artillería por la artillería la cual avanzó hasta dos millas de Mérida, en donde le hizo frente el Ejercito nacional. La batalla duró de seis a diez horas, siendo rechazados los rojos con grandes perdidas. Casi al mismo tiempo otra columna compuesta de 4000 hombres, incluyendo un destacamento de caballería, marchó camino de Cáceres hacia Navalmoral, saliéndole al encuentro las tropas nacionales compuestas de regulares, fascistas y voluntarios carlistas. Los rojos fueron otra vez derrotados, abandonando la artillería, camiones, autos blindados y ametralladoras.

En el viaje de Burgos a esta ciudad el corresponsal vió que los nacionales estaban construyendo dos grandes aeropuertos. Se habían quemado campos de trigo y cientos de hombres laboraban día y noche con aplanadoras para nivelar el campo de aterrizaje.

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(*) El gacetillero se refiere en realidad a Mérida, donde John Elliot en compañía de sus acompañantes de viaje entrevistó, como hemos indicado anteriormente, al teniente coronel Tella.
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Comprobamos el gran parecido entre este articulo y el que firmó su compatriota Edmond Taylor del “Chicago Tribune” e incluso llegan a cometer los mismos errores (v.gr. al nombrar a Antonio Castejón erróneamente como coronel) lo que me lleva a pensar que hicieron juntos el reportaje. También sorprende que este reportaje pasara los controles de la incipiente censura de los rebeldes.

Lo que está claro es que tanto Edmond Taylor como John Elliott fueron honestos y no se inventaron cifras de miles muertos como hicieron posteriormente sus compañeros Jay Allen y John T. Whitaker.

Es importante incidir que la trayectoria de este corresponsal de guerra, mientras estuvo en el campo rebelde, no fue precisamente colaboracionista con el nuevo régimen que se estaba instaurando en España. De forma bastante realista el 24 de agosto de 1936, desde Burgos, concluye:

“Es probable que las fuerzas republicanas en Madrid y otros centros mantengan sus posiciones durante algunas semanas más o menos; pero su sino es la derrota a menos que ocurra algún milagro militar. Esta conclusión obedece a tres razones : La primera, a que los insurrectos hasta ahora han sido capaces de tomar la ofensiva militar, mientras los republicanos se han limitado a operaciones aéreas y a algunos raids de escasa consecuencia y son incapaces de ejecutar iniciativas bien preparadas; la segunda es la que las únicas victorias importantes de esta guerra han sido ganadas por los insurrectos ; la tercera y las más importante de todas, es que los rebeldes tienen bajo su dominio casi todas las fuerzas regulares …”.

También expresaba que:

“…las bajas en esta guerra hasta ahora han sido relativamente pequeñas y no ha habido encuentros militares de verdadera importancia. Casi todas las llamadas batallas no han sido más que escaramuzas.

El número de ejecutados en esta guerra no guarda proporción con los que han caído en combate. Según informes el número de prisioneros que han matado es enorme, y aunque las cantidades han sido exageradas, es indudable que está librando por ambas partes con gran ferocidad y que muchas veces no se les da cuartel a los prisioneros. Ambos contendientes conservando rehenes como medio de ejercer presión sobre el enemigo”.

Estas declaraciones le granjearon también la enemistad de más de un corresponsal pro-frentepopulista por posicionarse equidistante con los bandos en combate y en especial por no criticar con la suficiente dureza la represión llevada a cabo por los legionarios y regulares en Badajoz o más bien por no inventarse cifras ni historias que no ocurrieron y ser objetivo e imparcial. No por ello dejo de ser censurado por la oficina de propaganda nacional y todo ello por llamar en sus artículos “rebeldes” a los alzados. Para salvar este escollo su compañera Frances Davis era quien llevaba a la frontera francesa, escondidos en su ropa interior, los despachos escritos por el propio John Elliot, Edmond Taylor del “Chicago Tribune” y otros reporteros. A principios de septiembre de 1936 abandona España para establecerse en París. Será sustituido por su compañero y compatriota John T. Whitaker.

John Elliott

John Elliott

En 1940 regresa a Estados Unidos residiendo en New Jersey y Washington. Posteriormente regresa a Francia para trabajar para su periódico. En 1941 fue censurado un par de veces por el Gobierno colaboracionista de Vichy.

Temporalmente dejó el periodismo para calzarse las botas de soldado. Sirvió en los servicios de inteligencia del ejército de los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial en Londres. Se especializó en la guerra psicológica editando folletos de propaganda que fueron arrojados desde aviones sobre Alemania.

Después de la guerra, fue nombrado Director Adjunto de la División de Administración Pública en la Alemania ocupada en 1947, Jefe de actividades políticas en 1948 y Presidente del diario oficial, “Neue Zeitung”, en 1949. Ayudó a crear la “Radio Free Europa” en la década de los cincuenta.

En 1960 regresó a los Estados Unidos y se incorporó en la sección financiera del “New York Herald Tribune” en Washington. Después trabajó para la Agencia para el Desarrollo Internacional durante unos diez años antes de retirarse en 1967.

Murió debido a una parada cardio-respiratoria en una residencia de la tercera edad de Bethesda (Washington, DC), el sábado 4 de Enero de 1992 a la edad de 95 años.

Fuentes Consultadas

  • ARIAS GONZÁLEZ, Luis, “Gonzalo de Aguilera Munro, XI Conde de Alba de Yeltes (1886-1965) Vidas y radicalismo de un hidalgo heterodoxo”, Salamanca: Universidad de Salamanca, 2013
  • FISCHER Heinz-Dietrich, “Germany Through American Eyes: Pulitzer Prize Winning Reports”, Berlín: Lit Verlag, 2010
  • “The Tablet”, Londres, 8-mayo-1937
  • “The New York Times”, Nueva Cork, 6-enero-1992
  • “El Tiempo”, Bogotá
  • “Diario de Navarra”, Pamplona
  • “Diario Palentino”, Palencia

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