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11 agosto 2016 • Si para todo lo que hizo se necesita una inteligencia excepcional, también la manifestó en su conocimiento del alma del soldado • Fuente: General Dávila

Coronel Juan Ignacio Salafranca Álvarez (R.)

Millán-Astray y la inteligencia

legionarios-desfilanEn la loca ofensiva amparada en una Ley que nunca debió existir, el ayuntamiento de Madrid ha arremetido contra una serie de personajes a quienes sus antecesores consideraron merecedores de figurar en el callejero de la capital de España.

Prescindiendo de lo costoso e innecesario de la medida, cuando hay una multitud de problemas a los que nuestros ediles se han mostrado incapaces de solucionar y, por el contrario, han conseguido agravar en muchos casos; como siempre que el sectarismo sustituye a la razón, se han cometido graves errores que se han tratado de solucionar nombrando una comisión de “expertos”.

Pero si malo es de por sí el sectarismo, cuando a él va unida la ignorancia los resultados llegan a ser catastróficos. Aunque la desaparición del callejero de nombres que hicieron por su Patria mucho más de lo que cualquiera de los que han aprobado la medida pudieran hacer jamás, y que por ello bautizaban a nuestras calles para ejemplo de generaciones venideras en unos valores que, aunque la ignorancia y sobre todo la mala fé de alcaldesa y concejales traten de hacer desaparecer, son cada vez más necesarios en una sociedad huérfana de ellos, la sustitución propuesta por otros nombres denota ese sectarismo y, en el caso del General Millán-Astray una ignorancia supina.

Se ha propuesto sustituir su nombre por el de la inteligencia, cualidad de la que por carecer de ella resulta ajena a los cobardes que pretenden ganar ochenta años después una guerra que nunca conocieron, en la que lucharon hombres movidos por ideales contrapuestos por los que muchos entregaron sus vidas, cosa que no parecen estar dispuestos a hacer quienes apoyan tan poco necesaria medida.

Resulta claro que al contraponer los nombres de Millán-Astray e inteligencia, se vuelve al tópico del incidente que enfrentó al General con Unamuno el 12 de octubre de 1936 en la Universidad de Salamanca y que ha sido multitud de veces aireado, la mayor parte de ellas de forma inexacta y otras tantas, falseado de forma torticera.

Pero aquí es donde aparece la ignorancia al tratar de presentar a Don José Millán-Astray y Terreros como el paradigma de la brutalidad, cuando en el mencionado incidente la brutalidad estuvo más bien en el lado de Don Miguel de Unamuno, al burlarse de las mutilaciones de un glorioso militar, sufridas al servicio de su Patria.

Pero es que además si de algo se pudiera acusar a Millán-Astray, no sería de falta de inteligencia, pues además de ser uno de los militares más ilustrados de su época, diplomado de Estado Mayor, brillante profesor de la Academia de Infantería con un perfecto dominio del francés y comisionado en los teatros de operaciones de la Guerra Europea, su labor de organización abarca logros tan impresionantes como la creación de La Legión, de cuya efectividad seguimos siendo testigos en las actuales misiones internacionales; la organización de la propaganda del bando Nacional, con la inclusión de Radio Nacional de España o la del Benemérito Cuerpo de Mutilados de Guerra por la Patria, que otros sectarios hicieron desaparecer con perjuicio de muchos y sin beneficio para nadie.

Si para todo esto se necesita una inteligencia excepcional, ésta es también necesaria para el perfecto conocimiento del alma del soldado que le hizo redactar un Credo Legionario que noventa y seis años después sigue haciendo de La Legión una Unidad Militar de la mayor eficacia.

Esto último lo saben tan bien los enemigos de ella que, durante años han sido constantes los intentos para modificar e incluso hacer desaparecer un arma tan eficaz para mantener el Espíritu de La Legión.

Todas estas reflexiones considero que serán inútiles para evitar la consumación del despropósito, pero no quería dejar de hacer constar los males que provoca la suma de sectarismo e ignorancia, potenciadas además por la cobardía.

credo legionario

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