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24 junio 2016 • “No, no confunda, señor Presidente ¡esto que hay aquí no es democracia, esto es chusma!”

José Alberto Cepas Palanca

Hacia unas terceras elecciones

El rey Amadeo I de Saboya a la una y media del mediodía del histórico día 11 de febrero de 1873, hizo entrega a Manuel Ruiz Zorrilla, entonces Presidente de las Cortes, su renuncia a la Corona de España acompañada de un mensaje al Congreso que, entre otras cosas, decía: “Todos los que con la pluma, con la palabra, agravan y perpetúan los males de la Nación son españoles, todos invocan el dulce nombre de la Patria, todos pelean y se agitan por su bien; y entre el fragor del combate, entre el confuso atronador y contradictorio clamor de los partidos, entre tantas y tan opuestas manifestaciones de la opinión pública, es imposible atinar cual es la verdadera, y más imposible todavía hallar el remedio para tamaños males”(sic).

También es necesario recordar lo que su esposa, María Victoria del Pozzo, respondió a Ruiz Zorrilla cuando éste le manifestó que: “…la monarquía de Saboya debe apoyar a las Cortes, ya que siempre en la historia de esta familia ha estado al lado de la democracia…”. Ante tales palabras, la reina consorte emitió, por primera y última vez, su opinión sobre la situación política española: “No, no confunda, señor Presidente ¡esto que hay aquí no es democracia, esto es chusma!” (sic).

Y esto lo dijeron unos monarcas que sin ser españoles, habían palpado el sentir político español de aquella época, cuando por circunstancias políticas, medio obligados, tuvieron que ceñirse la Corona de España. Pero parece que los españoles no nos damos cuenta que tienen venir extranjeros (y ejemplos hay varios); italianos, franceses y hasta anglosajones para decirnos lo que tenemos que pensar, decir y hasta como hacer las cosas intrínsecamente españolas.

Los españoles estamos llamados a las urnas el próximo 26 de junio. Como ya comenté en un artículo anterior, publicado en este diario digital, se presentan ¡otra vez! los mismos “Cuatro Jinetes del Apocalipsis”, o “Espadones de la política destructiva”, de todos bien conocidos, y que vuelven a ofrecen el oro y el moro, en un amplio abanico de soluciones mágicas – ¡pobre magia! – que dicen que van a solucionar los problemas de los españoles, y por ende de España, de una vez para siempre, para posteriormente cumplirlas pocas, muy pocas o simplemente ninguna. O sea, que donde dije digo, digo Diego. Con perdón de Diego.

Y sin embargo hay que votar. Pero votar ¿A quién? Difícil coyuntura se nos presenta.

Los que piensan votar a la facción de la gaviota azul, antigua o nueva, temen, y no les falta razón, que su líder – un señor con las barbas muy recortadas – haga más de lo mismo; lo que quiere decir que va a emular a Tancredo López, aquél novillero valenciano, al que su falta de talento le llevó a intentar ganarse la vida introduciendo en las plazas de toros la denominada «suerte del pedestal», que consistía en esperar sobre un podio la salida del toro, completamente inmóvil. Y que salga el sol por Antequera. En esta bandería se podía aplicar lo de “la experiencia es el nombre que damos a nuestras equivocaciones”. Además, dice que no se va a ir, si gana, porque no existe ningún “despegamento” de su trono imperial que le sirva; afirma con rotundidad que no hay otro que pueda ocupar su papel; osease yo o la nada ¡Y olé!

Luego están los de la rosa, sin azafrán, que como pollos sin cabeza, ni comen, ni dejan comer, pues son amigos y al mismo tiempo enemigos acérrimos, eso sí, políticamente hablando, de todos y contra todos, aunque, como todo el mundo, tienen sus preferencias. “No, es no”, para luego decir “quizá”, “a lo mejor”, “quien sabe”, “así entiendo”, “depende”, y todos los adverbios inimaginables. La cosa está clara: su rumbo está muy definido y cristalino. Y a quien Dios se la dé, San Pedro se la bendiga. Amén ¡Si Lope de Vega levantara la cabeza!

¿Y qué decir de aquellos que han sido bautizados no sé cuántas veces? La lista de nombres es interminable: mareas, océanos, comunas, confluencias, etc. Según dicen malas o buenas lenguas (depende de la lengua, bífida o no) son hijos ideológicos – y económicos – de un antiguo y ya fenecido “descubrido” por Colón ¡Mira que si el Almirante no lo llega a descubrir! Y esos órganos sin hueso afirman que, no sé si será cierto, que leen con detenimiento – económicamente se entiende – normas crematísticas de una ideología, que se ha destacado como pacífica, pero, ¡ojo! con el dinero ajeno que rápidamente es absorbido por sus grandes fauces, porque tienen unas muy buenas tragaderas, en el mejor sentido de la palabra ¡Sí señor! Son sinceros puesto que dicen de lo que se van a apropiar. Van con la verdad por delante, pero claro, es la “suya”. Otros no son tan “honrados”.

También viven o ¿vegetan? que todo el mundo tiene derecho, los que tienen una ideología, que no se sabe si va o viene, sube o baja, amigos de pactos y demás zarandajas, como alguien dijo: el Compromiso de Caspe mezclado con el Tratado de Versalles, aliñado con el Tratado de Tordesillas, sin olvidarse del Convenio de Vergara, del Tratado de Fontainebleau, la Concordia de Villafáfila y del Tercer Pacto de Familia, que se me olvidaba ¡Qué más da uno que otro! El caso es decir que “nosotros” somos el engranaje, la grasa, la argamasa que va a permitir que “este país” funcione. Lo que no está claro es si será para bien o para menos bien. Para adelante o para atrás ¿Lo sabe alguien?

El 26, nos veremos ¡otra vez! Esperemos que sea la última, pero ¿Y si no lo es? Hay que tener confianza y evitar que venga otro “extraterrestre” o “extraterrestra” que algunos dirían, y que nos diga que somos “una chusma”, porque visto lo visto, bien podría decirlo, basándose en que unas elecciones, especialmente en “este país”, son muy útiles para “cambiar de ladrones y estafadores”. Y por descontado, y por encima de todo, evitar unas terceras elecciones, que no sé… no sé…

Y ya vale.