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14 marzo 2016 • Su encono va dirigido contra el Ejército por llamarse español y por los valores intrínsecos a la Milicia

Manuel Parra Celaya

Una lección de urbanidad

Ejercito españolLa que dieron los mandos militares a la Sra. Ada Colau, al parecer alcaldesa de Barcelona (antes, archivo de cortesía), cuando, en un recorrido protocolario ante el stand de las Fuerzas Armadas en el Salón de la Enseñanza, les espetó, ante los periodistas, un “no me gusta que estéis aquí”; disciplinariamente, los interpelados se limitaron a saludar correctamente a la Sra. Colau como máxima autoridad municipal y se abstuvieron de más comentarios.

Entretanto, un grupo de manifestantes pacifistas, constituido en charanga de voces destempladas, escenificaba su numerito, para demostrar que “las armas no educan” y ellos, supuestamente, sí; todo ello entre la indiferencia de los estudiantes que atiborraban el Salón, más interesados por su orientación académica y su futuro laboral que por la mala educación de la alcaldesa y por la pantomima pacifista. Para hacer más repugnante el hecho, no tardó el ex JEMAD, aspirante a espadón de los podemitas, a adherirse al rechazo a los Ejércitos. Posteriormente, el Ministro de Defensa reclamó respeto hacia las Fuerzas Armadas, recalcando su profesionalidad, su entrega, su sacrificio y lo útil de su oferta a los estudiantes; lástima que se olvidara mencionar la palabra patria, por ejemplo, en sus declaraciones, pero era impensable, dados los tiempos que corren, y nos hacemos cargo…

Como saben todos los lectores, el tema no es nuevo; año tras año, con intensidad creciente, el separatismo en Cataluña, travestido de antimilitarismo pacifista, viene exigiendo –esta es la palabra- que el Ejército español esté ausente de los salones de la infancia, en épocas navideñas, y de la Enseñanza, por estas alturas del curso escolar.

Constatan que, precisamente, se trata de uno de los pabellones más visitados, y esta circunstancia debe prestar más alas a su odio visceral. En realidad, quisieran que las Fuerzas Armadas estuvieran siempre ausentes de todos los lugares, lejos, muy lejos, por si las moscas…

La Sra. Colau, entre mujeraje y mujeraje (es la última muestra de su ingenio, para evitar el regusto machista del término de origen provenzal homenaje), está a la cabeza de esta exigencia anti-Ejército español. Entre el populismo y el nacionalismo irredento; entre la demagogia y la ignorancia; entre la estupidez y la mala educación. Se han juramentado, tanto el Parlament como el Ayuntamiento, ellos, ellas y ell@s, para derogar el convenio firmado que establece la presencia de un pabellón militar ante niños y jóvenes, como ocurre en todas las naciones civilizadas.

Su encono va dirigido contra el Ejército, en primer lugar, por la osadía de llamarse español y de mantener en sus mástiles la Bandera; en segundo lugar, porque los valores intrínsecos a la Milicia –servicio, abnegación, esfuerzo, disciplina, valor, compañerismo, honor, patriotismo…- no cuadran en el espectro progresista y separatista, aunque sí irían al pelo para rectificar el desastroso y errático rumbo de la Enseñanza; en tercer lugar, por envidia de las titulaciones, tanto de rango universitario como profesional, que tienen en la actualidad mandos y soldados; en cuarto lugar, porque no son capaces de conectar, ni de lejos, con las motivaciones que han llevado a tantos chicos y chicas (a las que, por cierto, la Sra. Colau nunca prestará mujeraje alguno por sus cualidades, tanto profesionales como humanas como axiológicas) a vestir el uniforme militar.

He de reconocer, con toda humildad, que el personal militar presente en el Salón de la Enseñanza de Barcelona no solo ha dado su lección de urbanidad a la Sra. Colau, sino a un servidor; ya que, en el lugar de estos soldados, yo hubiera respondido de otra forma a la alcaldesa, a riesgo de que luego me hubiera detenido la Policía Municipal.