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7 marzo 2016 • Comenzamos la publicación de una serie de artículos sobre los Reyes de España

José Alberto Cepas Palanca

Crónicas reales (1): Isabel y Fernando

Virgen de los Reyes Católicos: c.1480

Virgen de los Reyes Católicos: c.1480

Isabel de Trastámara, la Católica (1451-1504). Reina I de Castilla y de León

Nació en el convento de San Agustín de Madrigal de las Altas Torres (Ávila) y falleció en el Palacio Testamentario de Medina del Campo (Valladolid) a causa de una hidropesía a consecuencia probablemente de cáncer de útero o en todo caso, cáncer de recto. Está enterrada en la Capilla Real de la catedral de Granada.

Hija de Juan II de Castilla y de su segunda esposa, Isabel de Portugal. Era de mediana estatura, bien proporcionada, muy blanca y rubia, de ojos entre verdes y azules, de mirar gracioso y honesto, y un rostro hermoso y alegre. Fuerte personalidad. Su carácter era recio y varonil. También afable y de trato agradable. Justiciera y generosa, olvidaba con frecuencia las afrentas hechas a su persona, pero las infracciones a las leyes las castigaba con rigor. Dotada de una gran inteligencia, poseía un corazón noble. Siempre guardó para su familia un gran afecto, y a sus más allegados los trató con deferencia y cariño. Cuidó a su madre con gran ternura. Amaba a su esposo y a sus hijos más que a sí misma. A pesar de sus preocupaciones políticas y de sus constantes viajes, siempre encontró tiempo para acudir a la llamada de sus hijos y ocuparse de su educación.

Demostró su tesón, tanto en los derechos dinásticos como en la guerra de Granada. Cuando lo consideró oportuno, vistió la armadura y participó en muchas acciones bélicas al lado de su esposo. Con su valor y presencia, levantaba el ánimo de los combatientes. Fue el alma de la conquista granadina, vigilando que no decayera la moral de su ejército, atenta siempre a que no le faltaran suministros. Dio, a lo largo de su reinado, muestras de un heroísmo que raramente se encuentra en su sexo; pero si su ardor guerrero le llevaba a exaltar el valor de sus soldados, su acendrada y sincera piedad le inducía a cuidar de su bienestar haciendo distribución de comida, ropas y dinero. Creó los Hospitales de la Reina. Dotada de un excelente juicio, su esposo no hacía nada sin consultarle, hasta en lo que se refería a su reino patrimonial de Aragón. La trashumancia se hizo en ella un hábito. Gracias a su incesante actividad, a su buen juicio, consiguió levantar a la Castilla postrada, decadente y podrida de su hermanastro Enrique IV. Bajo la vigilancia de la Santa Hermandad, volvió el orden, y los campesinos pudieron labrar pacíficamente sus tierras.

Disminuyó el poder de la nobleza: Podéis seguir en la corte o retiraros a vuestras posesiones, como gustéis; pero mientras Dios me conserve en el puesto a que he sido llamada, cuidaré de no imitar el ejemplo de Enrique IV, y no seré juguete de mi nobleza. Consiguió que los reyes de Castilla ostentaran la dignidad de Grandes Maestres de la Órdenes religiosas. Isabel no tuvo en cuenta a la sangre más ilustre a la hora de ocupar los puestos más altos, nombrando a los más capacitados sin importarle que fueran de clase inferior. Era muy temerosa de Dios, teniendo gran respeto a sus ministros en la Tierra y, sobre todo al Papa, pero se mostraba muy susceptible cuando se trataba de la independencia de la Corona o de sus derechos, respondiendo con altivez y energía. Creo el Consejo Real que se transformó para que fuera el órgano central del Gobierno, asesor de los monarcas y Tribunal Supremo de Justicia. Acometió la reforma del Ejército, que se transformó en permanente y mejor, dotándolo de mejor armamento y dando mayor importancia a la artillería, de reciente invención. Creó el cargo de corregidor, funcionario nombrado por los reyes para imponer la autoridad del trono en las grandes ciudades. Junto a su esposo, Fernando, fue el artífice de la creación de España, tal y como hoy la conocemos.

Fernando II de Aragón (V de Castilla y León), el Católico (1452-1516)

Nació en el caserón de la familia Sada, en Sos (Zaragoza), y falleció en la Casa de Santa, en Madrigalejo (Cáceres). Hijo de Juan II de Aragón y de su segunda esposa, Juana Enríquez, perteneciente a la familia de Trastámara. Creció en medio de continuas luchas y embrollos diplomáticos. Según Hernando del Pulgar: “no era ni alto ni bajo, simétrica figura, hermoso de rostro, cejas pobladas, nariz recta, buen color, los ojos rientes, los cabellos prietos y lisos, ancha frente, la voz un tanto aguda, pero firme y bien timbrada, y el habla, igual, ni presurosa ni espaciosa, complexión recia y templado de movimientos”.

Solidario con la política de su esposa, Fernando apoyó con sus consejos y sagacidad política las difíciles medidas que se tomaron para llevar a buen puerto las reformas que se efectuaron en Castilla. Isabel y Fernando estaban perfectamente de acuerdo en destruir el poder islámico en España y unificarla bajo la religión católica. Ambas voluntades, coordinadas al unísono, supieron vencer, gracias a su tesón y energía, todas las dificultades que la larga guerra puso en su camino. La unión de Castilla y Aragón había proporcionado a Fernando unos recursos y un ejército capaz y entrenado, que antes no tenía. Gracias a la excepcional capacidad política y a la habilidad diplomática de Fernando, Castilla y Aragón tendrían una verdadera política exterior al asumir los monarcas los intereses de la Corona de Aragón frente a Francia. Más pragmático que su esposa, Fernando se valió de la Iglesia para encubrir sus propósitos terrenales. Se le acusó de tacaño, cuando no lo era, sino, más bien, frugal en sus gastos, porque, para llevar a cabo sus numerosas empresas, tuvo que controlar con mano férrea los recursos de que disponía. Nadie le ha acusado de enriquecerse o de apropiarse de lo ajeno por la violencia; antes bien, cuando murió, apenas si se encontró en sus arcas lo necesario para sufragar los gastos de sus funerales. Falleció a la edad de 64 años de una afección cardíaca, aunque expertos en el tema señalan que la causa fueron las pócimas que tomó para aumentar su vigor sexual cuando se casó con su segunda esposa, Germana de Foix. Fue enterrado por expreso deseo suyo al lado de su amada Isabel de Castilla.

Bibliografía

  • Manuel Ríos Mazcarelle, Diccionario de Reyes de España (1474-1996), .