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18 enero 2016 • Ya no nos queda ni la cólera del español sentado

Manuel Parra Celaya

Trágicos malabarismos

MalabarismosPues no me equivoqué, amigos. Hace quince días pronostiqué en estas mismas páginas que la CUP apoyaría a Junts pel sí, y, extrañamente, di en el clavo, aunque el acuerdo fuera casi in artículo mortis; dices que la larga sombra de Pujol planeó sobre la maniobra, pero, claro, esto no tiene comprobación posible y menos para un neófito de la política como yo. La cuestión es que los anticapitalistas, antisistema, anticorrupción y antirrecortes han llevado a cabo un acto de sometimiento a la capitalista, defensora del Sistema, corrupta y recortadora Convergència, siguiendo el ejemplo de la izquierdista y republicanista ERC, que, no se olvide, es más inteligente y sabe adónde quiere ir. La broma está ahora en la calle: Junts pel 3%.

Los juegos de malabares de la otrora intransigente CUP han sido prodigiosos: consultas asamblearias, dimisiones, reuniones de comités…; pasará a la historia el empate 1515-1515, que dicen los entendidos que estaba en un 0,003 % del cálculo de probabilidades, por lo que no será extraño que sea estudiado a conciencia en las Facultades de Exactas.

Tampoco se puede descartar a priori que hayan surtido efecto las milagrosas rogativas ante la Catedral de Barcelona en pro de un acuerdo, o las procesiones con velitas ante el Palacio de la Generalidad, en la plaza de San Jaime, de un centenar de personas, en días anteriores a la ceremonia de vasallaje de los anticapitalistas; no sé en qué quedaría la anunciada huelga de hambre de miembros de la ANC para presionar el pacto…, o quizás fuera una excusa para aliviar las conciencias y los estómagos tras las ingestas navideñas. Tampoco estos extremos son comprobables científicamente.

La cuestión es que ya tenemos los catalanes nuevo President: el señor Carles Puigdemunt, periodista de profesión, director de El Punt-Avui, presidente de la Asociación de Municipios por la Independencia, aquel que hace un par de años calificó a los españoles de invasores y se juramentó para expulsarlos de Cataluña. Por su parte, Artur Mas ha consentido en inmolarse teóricamente, pero no con un honorable harakiri, digno de un samurái, sino con un paso de, haciendo un supuesto mutis por el escotillón; se limita a imitar a Julio César expresándose en tercera persona: “Mas no quiere cargos. Tan digno es ser presidente como expresidente”. O témpora, o mores!, que decía el otro. ¿Tan seguro está de su carácter de intocable por el asunto del pseudoreferéndum y por otros pecadillos relacionados con sus cargos bajo la era Pujol?

La maniobra ha pillado con el pie cambiado a los oponentes, bajo el frágil paraguas del constitucionalismo, que ya anunciaban nuevas elecciones autonómicas; PP, con su exigua minoría, y Ciudadanos se mantienen en su línea de denuncia y de afirmación en pro de la unidad de España y de la igualdad entre los españoles, mientras que el PSC, por boca del Sr. Iceta, parece solicitar, en forma y fondo, una limosna de amor de la nueva presidencia. La toma de posesión del nuevo President ha sido otro número cuidadosamente preparado que pretendía escenificar el primer acto de la desconexión con el Estado; curiosamente, los separatistas se han indignado cuando el Rey, como Jefe de ese Estado, también parece haberse desconectado de los separatistas. Pero, aparte de este gesto, la representación sigue, porque los protagonistas están convencidos de su completa impunidad…

¿Vodevil, varietés, astracanada, esperpento, farsa, drama o tragedia? Cada vez se hace más difícil establecer una definición del género o del subgénero de estas actuaciones y su parangón con lo que está ocurriendo en Cataluña. A poco que reflexionemos, vamos encaminados hacia el último de ellos, porque da la impresión de que un fátum trágico empuja a políticos y a ciudadanos hacia un abismo; sin intervención de dioses o poderes superiores algunos, todo hay que decirlo, porque el panorama común español tampoco es para echar cohetes: indecisión, dejación, complicidad o falta de arrestos para hacer cumplir la ley, por una parte, y, como siempre, los intereses de partido prevaleciendo sobre los nacionales, por la otra. Tanto en Cataluña como en el conjunto de España parece todo se mueve bajo el signo de la negatividad: en el separatismo, el odio hacia lo español hace unirse a aparentes adversarios; en los partidos de izquierda nacionales prevalece el odio hacia la derecha encarnada en el PP, por encima de la necesidad de enderezar rumbos y de cerrar filas ante el secesionismo.

Con todo, lo que me parece más grave no es el movimiento de los actores –los políticos- sobre el escenario: es la indiferencia del público –sociedad española- ante la tragedia que se está representando ante sus ojos y cuyas repercusiones afectarán a todos. Ya no nos queda ni la cólera del español sentado, que decía Lope de Vega. Acaso es un público convertido en puramente virtual debido al adoctrinamiento continuado a que lo ha sostenido el Sistema.