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13 enero 2016 • "Éste es el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo"

Marcial Flavius - presbyter

Octava de Epifanía y Fiesta del Bautismo del Señor: 13-enero-2016

Rito Romano Tradicional

Evangelio

Jn 1, 29-34: En aquel tiempo, Juan vio a Jesús que venía hacia él, y dijo: «Éste es el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Éste es de quien yo dije: Después de mí viene uno que es superior a mí, porque existía antes que yo. Yo no lo conocía; pero si yo he venido a bautizar con agua es para que él se dé a conocer a Israel».

Y Juan atestiguó: «He visto al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y posarse sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: Sobre el que veas descender y posarse el Espíritu, ése es el que bautiza en el Espíritu Santo. Yo lo he visto y doy testimonio de que éste es el hijo de Dios».


Reflexión

El pasado 6 de Enero hemos conmemorado el misterio del Verbo Encarnado que quiso manifestarse a los Magos, primicias de los pueblos gentiles. En la Octava de Epifanía celebramos la conmemoración de Bautismo de Nuestro Señor Jesucristo por San Juan Bautista en las aguas del río Jordán, hecho que constituyó una nueva manifestación suya.

  • En primer lugar, porque en esa ocasión, San Juan señaló públicamente al Señor como el Mesías esperado.
  • Pero no sólo el Bautista dio testimonio de Jesucristo ante el pueblo, sino que la misma Trinidad Santísima protagonizó una majestuosa Teofanía: El Padre con su voz, y el Espíritu Santo descendiendo en forma de paloma, exaltaron al Hijo que se había humillado por nuestra salvación.

Como Jesucristo pensaba predicar un nuevo bautismo de agua y Espíritu Santo quiso recibir primero éste, de solo agua que San Juan administraba como signo de penitencia y conversión a los pecadores que acudían a él. Con ser purísimo y sin mancha, Jesús quiso pedir el mismo bautismo que recibían los pecadores comenzando así su oficio de predicador y maestro, dándonos ejemplo de humildad.

El Bautismo que instituye Cristo y que hemos recibido nosotros es muy diferente del de San Juan y esa diferencia radica, ante todo, en sus efectos: El Sacramento del Bautismo confiere la primera gracia santificante, por la que se perdona el pecado original, y también los actuales, si los hay; remite toda la pena por ellos debida; imprime el carácter de cristianos; nos hace hijos de Dios, miembros de la Iglesia y herederos de la gloria y nos habilita para recibir los demás sacramentos (Catecismo de San Pío X, 553)

Estos efectos los podemos ver representados en las tres señales milagrosas que ocurrieron con ocasión del Bautismo de Jesús en el Jordán:

1. Abrirse los cielos

Los cielos, cerrados para nosotros a causa del pecado de nuestros primeros padres, se abrieron al salir el Señor de las aguas, para indicar que en Cristo el cielo se ha reconciliado con la tierra, que ya no hay sino un solo rebaño formado por los ángeles y los hombres bajo un solo Pastor, y que las clausuradas puertas del Paraíso se han abierto para los hombres arrepentidos.

2. Apareció el Espíritu Santo en forma de paloma

El Bautismo cristiano nos da la gracia y dones del Espíritu santo. Cuando se recibe el santo Bautismo se renuncia para siempre al demonio, a sus obras y a sus pompas, es decir, los pecados y las máximas del mundo, contrarias a las máximas del santo evangelio. Quien recibe el Bautismo está obligado a profesar la fe y a guardar la ley de Jesucristo y de su Iglesia.

3. Se oyó una voz: «Éste es mi Hijo amado…»

El que era la pureza original descendió a las aguas del Jordán no para ser purificado sino para purificarlas con su calor, de tal modo que, en adelante, ellas fueran aptas para limpiar no sólo el exterior de los cuerpos sino lo más recóndito de las almas. Por eso el bautismo del Señor está en estrecha relación con la Cruz, la cual anticipa.

El Bautismo nos hace hijos adoptivos de Dios, agradables a sus ojos, con fe y conocimiento de la Santísima Trinidad en cuya virtud y nombre se administra el Sacramento del Bautismo.

Terminamos haciendo nuestras algunas consideraciones de San Jerónimo en relación con el Bautismo del Señor:

En sentido místico, huyendo nosotros de la veleidad del mundo y atraídos por la fragancia y pureza de las virtudes, corremos con los santos detrás del esposo. Por la gracia del perdón somos purificados con el sacramento del bautismo en las fuentes del amor a Dios y al prójimo. Ascendiendo por la esperanza contemplamos los secretos celestiales con los ojos de un corazón puro. Recibimos después al Espíritu Santo, que baja hasta aquéllos en quienes reina la mansedumbre, la contrición, la humildad y la sencillez de corazón, y permanece en ellos con la caridad que nunca se debilita. Y la voz del Señor desde los cielos se dirige a nosotros, amados por Dios: «Bienaventurados los pacíficos, porque serán llamados hijos de Dios», y entonces se complace en nosotros el Padre con el Hijo y el Espíritu Santo, esto es, cuando formamos un espíritu con Dios (San Jerónimo).