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26 diciembre 2015 • "El niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre Él"

Marcial Flavius - presbyter

Domingo infraoctava de Navidad: 27-diciembre-2015

Rito Romano Tradicional

Evangelio

Lc 2, 33-40: Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de él. Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: “Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción. Y a ti misma una espada te atravesará el alma, a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones”.

Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad avanzada; después de casarse había vivido siete años con su marido, y permaneció viuda hasta los ochenta y cuatro años; no se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día en ayunos y oraciones. Como se presentase en aquella misma hora, alababa a Dios y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.

Así que cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él.

Presentación_de_Jesús_en_el_Templo

Reflexión

El Evangelio de este Domingo dentro de la Octava de Navidad, nos traslada al misterio de la Presentación de Jesús y la Purificación de María que se conmemora litúrgucamente el día dos de febrero.

La profecía de Simeón nos recuerda que ese Niño iba a ser bandera de contradicción (Lc 2, 34). Él mismo proclamará abiertamente: No he venido a traer paz, sino espada (Mt 10, 34). Por seguirle a Él se enfrentará el hombre con su padre y la hija con su madre (Mt 10, 35). Y en la despedida de la última Cena dirá: La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo (Jn 14, 27). En el mundo tendréis tribulación; pero yo he vencido al mundo (Jn 16, 33).

La paz de que habla el cántico de los ángeles en la Navidad es la paz vertical la que viene de Dios. De ella escribía San Pablo: Él es nuestra paz… Vino a anunciar la paz: paz a vosotros, que estabais lejos, y paz a los que estaban cerca. Porque por él unos y otros tenemos libre acceso al Padre en un mismo Espíritu (Ef 2, 14-18). Dios nos reconcilió consigo en Cristo. Porque en Cristo estaba Dios reconciliando al mundo consigo (2Cor 5, 18s).

Solamente en la medida en que todos los hombres hagamos nuestra esta paz que viene de Dios se conseguirá la paz entre nosotros.

Cuando durante estas Navidades nos acerquemos a besar al Niño o contemplemos un Nacimiento, o meditemos en este gran misterio, agradezcamos a Dios su deseo de abajarse hasta nosotros para hacerse entender y querer, para darnos su paz

Que Dios Nuestro Padre nos conceda compartir la vida divina de Aquel que hoy se ha dignado compartir con el hombre la condición humana. Y que nos decidamos a acoger esa paz que Dios nos trae para poder así entrar un día en el reino de los cielos.