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23 diciembre 2015 • Podemos y Pablo Iglesias han sido los mejor parados en las elecciones más anormales que hemos vivido

Gabriel García

Las elecciones que ganó Podemos

congreso-diputadosNo hay que andarse con rodeos: Rajoy huele a cadáver político y Pedro Sánchez está bien cogido en lo que a posibles pactos se refiere. Podemos y Pablo Iglesias, desinflados en la precampaña y comidos mediáticamente por Ciudadanos y Albert Rivera hasta hace bien poco, han sido los mejor parados en las elecciones más anormales que hemos vivido en años. Por paradojas del sistema parlamentario, el candidato con peores resultados históricos para el Partido Socialista podría ser Presidente de Gobierno si acata las condiciones de Pablo Iglesias (algo complicado, conociendo la poca disposición de la vieja guardia felipista y del bastión socialista andaluz); algo similar sucede con Mariano Rajoy, que a pesar de disputar a Zapatero el dudoso honor de peor Presidente del Gobierno de la Historia de España ha ganado estadísticamente las elecciones pero necesitaría de una importante carambola de pactos o abstenciones para repetir mandato. Si alguien tiene la sartén por el mango y poco que perder es Podemos, que ha terminado apartando de la primera línea política a Izquierda Unida (cuya desaparición no veo tan cercana, a pesar de todo); su remontada ha sido proporcional al desinfle de Ciudadanos, posiblemente por el discurso de comodín pepero adoptado por Albert Rivera y que ha tirado por la borda una campaña mediática que, hasta hace bien poco, estaba hecha a su medida.

Ahora se abren un montón de posibilidades en un régimen que pasa del bipartidismo a un modelo similar al alemán. Nuestras particulares grosse koalition abarcarían desde un neofrentepopulismo que incluyera a toda la izquierda (incluyendo a los abertzales y demás fauna secesionista) hasta un pacto de Estado entre las dos fuerzas hasta ahora hegemónicas. No obstante, examinando cada posibilidad por separado encontramos diversos motivos por los que no serían muy probables… sobre todo para el Partido Socialista. Tanto el pacto con Podemos como el pacto con el Partido Popular supondrían el harakiri socialista y no sólo el de Pedro Sánchez. Lo más curioso de todo es que el peor candidato socialista en todos estos años de régimen constitucional podría tener la llave del futuro Gobierno, mientras Pablo Iglesias y su gente esperan con calma su oportunidad.

En cuanto al Partido Popular, siempre recordaremos estas elecciones como aquéllas en las que el Presidente del Gobierno rehuyó todo lo posible el dar la cara públicamente de sus políticas y delegó en su mano derecha (que, además, también figuró en los carteles electorales como gancho para sus votantes descontentos). Yo al menos no tengo constancia de que otra vicepresidenta (o vicepresidente) participara en un debate con otros candidatos y figurase en un cartel electoral sin ser cabeza de lista o candidato. Sinceramente, después de todo lo sucedido a lo largo de cuatro años (liberación de terroristas, chantaje secesionista, tomadura de pelo a un sector de su electorado con el asunto del aborto, recortes en sanidad y en educación, tasas judiciales, corrupción a tutiplén, reforma laboral que abarata el despido y las indemnizaciones, y un largo etcétera) hasta me parecen pocos los votos que han perdido en comparación a los de hace cuatro años. Por desgracia, en un numeroso porcentaje de la sociedad española sigue teniendo efecto el discurso del miedo y las alarmas sobre una inminente llegada de los comunistas.

No sé qué puede pasar de aquí a unos meses; pero, ahora mismo, el futuro Gobierno de España depende más de las decisiones de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias que de Mariano Rajoy y Albert Rivera. De lo que sí estoy convencido es que los mamporreros del vencedor derrotado continuarán elaborando estudios y artículos sobre el miedo de los inversores a gastar su dinero en nuestro país mientras la situación política no se estabilice (seguramente pongan de ejemplo a Grecia, donde los homólogos griegos de Pablo Iglesias están aplicando unas políticas que serían la envidia de cualquier neoliberal) o alertando de que seremos la Venezuela del sur de Europa. A falta de principios en los que creer, el bolsillo es el único resorte que hoy toca la fibra sensible de los españoles.