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9 noviembre 2015 • Yo, tengo una Bandera que respetar, venerar, amar, defender, y si es preciso, derramar por ella mi sangre

José Alberto Cepas Palanca

Julio, el hombre sin bandera

– “¡Caballeros Cadetes!: ¿Juráis a Dios y prometéis a España, besando con unción su Bandera, respetar y obedecer siempre a vuestros Jefes, no abandonarles nunca, y derramar, si es preciso, hasta la última gota de vuestra sangre en defensa de la unidad, del honor e independencia de la Patria y del orden dentro de ella?”

– ¡Sí, lo juro!

– ¡Si así lo hacéis, la Patria os lo agradecerá y premiará, y si no, mereceréis su desprecio y su castigo como hijos indignos de ella!

– ¡Caballeros Cadetes! ¡Viva España!

– ¡Viva!

El sacerdote: Por obligación de mi sagrado ministerio ruego a Dios que a cada uno le ayude a cumplir lo que habéis jurado y si no, se lo demande.

Julio: este fue el juramento que tú hiciste voluntariamente cuando ingresaste en la Academia General del Aire, en San Javier, Murcia.

Por si se te había olvidado. Nadie te obligó a hacerlo.

Julio, la Patria, que es la tuya, te guste o no, te despreciará.

Juraste defender una Bandera de la que has renegado, porque no has cumplido tu juramento, que te recuerdo, dura hasta que te mueras. Un juramento es sagrado porque se hace ante Dios, no ante un libro, o un periódico. Eres un maldito renegado. Un claro perjuro.

¿Quién te va a respetar ahora? ¿Lo has pensado? Yo te lo diré: nadie, a excepción de tus nuevos “amigos”, los de Podemos, que te dejarán como una colilla tirada, cuando no les sirvas, y ese momento llegará, ten la seguridad. Porque los efectos de la traición, siempre se pagan. Siempre.

Roma no paga traidores, dice la historia, y la historia nunca se equivoca. Nunca.

Julio, eres un traidor. Has traicionado a tu Patria, que juraste defender, has traicionado a tu Bandera, que juraste defender, has traicionado a tus jefes, que juraste defender. Has traicionado lo máximo que una persona decente y honrada puede tener: su honor. Y sabes de sobra que el honor, una vez perdido, no se recupera jamás. Te lo enseñaron en la Academia General del Aire, pero no lo has aprendido. Es más: has demostrado, por activa y por pasiva, que no tienes la más mínima idea del significado de esa palabra.

Yo, tengo una Bandera que respetar, venerar, amar, defender, y si es preciso, derramar por ella mi sangre, porque lo juré, y yo, cumplo mis juramentos hasta que muera. Y estoy orgulloso.

En cambio, tú, Julio, no tienes Bandera, ni Patria, ni honor. Lo has perdido todo ¿Estás orgulloso?

Te compadezco.

Que Dios te ampare.

José Alberto Cepas Palanca. Comandante de Artillería, retirado. Perteneciente a la XXVIII promoción de la Academia General Militar de Zaragoza.