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30 octubre 2015 • Aquí el comunismo es considerado como timbre de honor en el pasado de mucho personajillo

Jesús Flores Thies

Comunismo como coartada «democrática»

Aleksandr Gerasimov: "Lenin en el Rostrum"

Aleksandr Gerasimov: «Lenin en el Rostrum»

España fue el primer país que consiguió derrotar al Comunismo, pero es hoy, paradójicamente, uno de los pocos países, no dominados por el Comunismo, donde este perverso sistema, en amplios círculos intelectuales, periodísticos o políticos, es considerado como timbre de honor en el pasado de mucho personaje o personajillo.

La cosa viene de lejos, quizá influido por el peso de la intelectualidad “pogresista” norteamericana (ya se sabe, Matews y demás…), servidores de la maniobra soviética de pervertir a la capitalista sociedad USA a través de la poderosa industria de Hollywood. Recordemos aquello de la “Caza de Brujas”, que por ser brujas rojas eran defendidas por mucha estrella del cine, que de haber sido brujas nazis, la cosa hubiera cambiado. Nuestros especialistas en Cine, como Terenci Moix o José Luis Garci, consideraban reaccionarias aquellas películas en las que aparecía el comunista como malo, por ejemplo “El Danubio Rojo” o “Manos peligrosas”. La película italiana “Los que vivimos” no figura en muchos lugares de la Historia del Cine entre la filmografía de la excepcional Alida Valli, porque en ella se habla de la perversidad comunista. Los tontos útiles funcionan a tumba abierta.

El pasado franquista, falangista o “fascista” de mucho personaje español se interpreta de formas distintas, según las necesidades del “guión”. Si hay que segarle la hierba, se menciona ese pasado como lacra biográfica; si por el contrario aquel “facha” ha cambiado de camisa, se le muestra como el personaje supo al fin dónde estaba la verdad y dónde la falacia “fascista”. Uno de esos casos más anecdóticos es el de una portavoz (¿portavoza?) del PSOE, una nieta del marino Camilo Méndez Vives, que de joven guapa falangista con camisa azul, boina roja, guantes negros y Bandera con el Águila de San Juan en las portadas de “Fuerza Nueva”, ha pasado al PSOE, ahora menos joven y por supuesto menos guapa.

Cuando a la muerte de Franco algunos periodistas se apresuraron a conectar con Dolores Ibárruri, que vía en Moscú a la sombra comunista, por cierto, en uno de los mejores edificios moscovitas (uno de los cinco rascacielos con la estrellaza de cinco puntas allá arriba), la “Pasionaria” vino a decir que ella era la misma que se marchó de España, que no había cambiado ni un ápice, es decir, que era tan estalinista como cuando cogió el salvador avión con una serie de felices y seleccionados fugitivos, lo que no impidió que, una vez en España, fuera nombrada la primera Presidenta de las Cortes por antigüedad en el “empleo” (en el “empleo político”). Ya no era aquella vociferante de los mítines durante la república y la guerra, la que se manifestaba con una impresentable masa de mujeres desgreñadas exigiendo el “amor libre”, lo que provocaría aquella anécdota del miliciano que, al ver la catadura de las mujeres manifestantes, dijo: “¿amor libre? ¡Como no lo pongáis obligatorio!”. Y ahí tenemos a su compañero (poco amado) de fatigas, Santiago Carrillo, tan alabado por el progresismo mediático y político “por ser fiel a sus ideas”, que de tratarse de Blas Piñar y su fidelidad a la doctrina falangista, se hubiera denominado simplemente “fanatismo”. Cuando murió la perpetua comunista se le hizo un hipócrita entierro de reina; algo parecido al que se le hizo a otro “perpetuo”, el llamado “viejo profesor”, el que inauguraba obras ya inauguradas y hacía proyectos urbanos ya proyectados. A este comunista se le fabricó en los medios de comunicación una biografía falsa, que es la que ha quedado como definitiva para las enciclopedias del futuro

No sólo Pablo Iglesias (el modelo “siglo XXI”) ha alabado hasta la náusea a ese pendejo llamado Fernando Macarro, y de mote “Marcos Ana”, un comunista asesino juvenil, sino que parte de la llamada intelectualidad alaba al bellaco que ejerció de criminal en Alcalá de Henares. O se eleva al Olimpo a Rafael Alberti, uno de las piezas fundamentales en la dirección de la temible checa de Bellas Artes madrileña, organismo criminal y legal que asesinó, entre otros, al padre de Buero Vallejo, teniente coronel de Ingenieros, mientras que el hijo, como buen comunista, pertenecía a esa misma checa.

El pasado comunista es muy alabado en las biografías que rascamos en “internet”. No olvidemos a Miguel Henández, perteneciente como comisario político, o como de los del “Mono Azul”, a una unidad comunista especialmente criminal que operaba por Extremadura, y que entre sus hazañas, además de aplastar a los que denominaban “fascistas”, participó con entusiasmo en la eliminación de numerosos adversarios anarquistas. De los centenares de asesinados en Orihuela por parte de los de la cuerda de Miguel Hernández nadie se acuerda, nadie los cita, pero a este poeta nacido en esa ciudad, todos los días. El haber querido permanecer contra viento y marea en el perverso comunismo, pese a los intentos de intelectuales falangistas de que se apeara de esa tribu, es considerado una muestra de la categoría humana de Miguel Hernández.

Si repasamos las biografías de muchos ministros o políticos (y de muchas ministras o políticas), tanto de la derecha como de la izquierda, aparece su glorioso pasado comunista. Recordemos que Pilar del Castillo, ministra que fue con Aznar en la cartera de Cultura, perteneció en su juventud a la Bandera Roja, lo que sería un buen currículum, al igual que en el campo socialista, para un Ministerio de Cultura. Y no sería Pilar del Castillo la única con pasado rojizo, lo que ha servido para darle un simpático matiz popular al personaje. Y ahí tenemos a María Teresa Fernandez de la Vega, donde lógicamente pesa más en su biografía su pasado en el comunista PSUC que el cómodo pasado “franquista” paterno”.

Y es que el pasado comunista, sea cual fuera la marca de fábrica, estalinista, maoísta o hasta el descafeinado comunismo que nos trajo Carrillo, da un matiz casi romántico al pasado del personaje. Nada importa que esta ideología haya sido la que más perversa y la que más sangre haya derramado en la Historia del mundo; lo que en otros países, sería una mancha en los historiales, aquí, en España, como es diferente, es sólo un detalle simpático que nos acerca al personaje.

El haber sido defensor de etarras, como Bandrés o Peces Barba, “mejoran” sus biografías. A Sánchez Dragó se le alaba su pasado comunista y se desprecia el falangista que tuvo durante una época de su azarosa vida. La derecha tiene al comunista Julio Anguita, como dechado de fe democrática, pasando por alto su época falangista, con premio literario y todo. ¿Y qué podemos decir del par de pendejos sindicalistas de lujo, Redondo y Camacho (Marcelino)?; auténticos bellacos pagados por el comunismo soviético para hacer fracasar los sindicatos verticales y, de paso, la industria y las fábricas españolas para que, con el obrero cabreado en la calle y sin trabajo, la caída de Franco fuera más rápida. A la caída del comunismo soviético salieron a la luz los papeles que implicaban a esta pareja “sindical” en esas maniobras destructoras, porque recibían buenas sumas de dinero para cumplir sus traiciones, pero se echó rápidamente tierra encima para no ensuciar la impoluta trayectoria de tales personajes.

Lo curioso es que muchos de estos personajes tan alabados por su pasado comunista dejaron de hacer cosas interesantes en cuento se murió Franco, como es el caso de Buero Vallejo, cuya mejor obra teatral es anterior al año 1975 (premio “Nacional de Teatro” en 1949 por “Historia de una Escalera”); o la de Berlanga, cuyo mejor cine se hizo durante el “franquismo”. De su película “Calle Mayor” se han escrito (EL PAIS….) muchas tonterías sobre su argumento “anti-franquista”, cuando el relato es de Arniches (“La señorita de Trévelez”), así como se ha ensalzado a la actriz norteamericana contratada, Betsy Blair, por sus tendencias filo comunistas. La gente no sabe que esta actriz fue esposa de Jene Kelly con el que se casó cuando tenía 17 años, para divorciarse cuando les llegó la hora del “ahí te quedas, rojilla”. Y es que Betsy Blair empezó de bailarina y con aspecto menos vulgar y anodino que el que la haría triunfar años después en el cine. Y Berlanga, comunista espeso y confeso, salvo alguna noche en comisaría que le serviría de currículum democrático en el futuro, disfrutó del sistema “franquista” cuyos organismos oficiales le apoyaron y presentaron oficialmente en certámenes en el extranjero donde ganaría merecidas medallas y premios. De no haber sido comunista, hoy apenas se hablaría de este cabeza de serie de una familia que ya empieza a ser insoportable.

En definitiva, el pasado falangista puede ser letal, mientras que el pasado comunista (¡en España!), una nota de calidad, entereza, consecuencia con sus ideas y, sobre todo, “progresismo”.

De ahí la entrada a empujones en la política de los nuevos comunistas vestidos con raras pieles que ocupan el goloso lugar de “próximos al pueblo”, mientras que los caducos y más viejos, como IU, se van a hacer gárgaras, aunque con todas sus medallas y trofeos