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30 septiembre 2015 • Es necesaria una vigilancia implacable aunque sea discreta

Jesús Flores Thies

Un camino que quizá está llegando al final

Jenaro Pérez Villamil: Santiago de Compostela, Pórtico de la Gloria (1849-1851)

Jenaro Pérez Villamil: Santiago de Compostela, Pórtico de la Gloria (1849-1851)

Somos veteranos en el CAMINO DE SANTIAGO y comprobamos, por lo que nos cuentan, que aquello se deteriora.

El asesinato de esa joven norteamericana ha sido letal para el Camino. Hay que tener en cuenta que en los EEUU, los asesinatos, incluidos los más brutales, están a la orden del día, y que lo ocurrido a esta mujer es algo que allí puede pasar sin que llame la atención, pero en España es diferente, y en el Camino, mucho más.

En los ocho años de nuestros Caminos de Santiago, tres por Francia, con una media de 800 kms cada mes de andadura, apenas si podemos recordar algún incidente menor, jamás algo parecido a lo que hoy ocurre y ha ocurrido, porque lo de la chica asesinada en la zona de Astorga, es la guinda de una docena de otras tropelías menos divulgadas.

En aquellos años hubo algunos pequeños “desencuentros” que se empezaron a producir cuando los albergues españoles impusieron el horario de apertura y cierre. En los franceses, los que allí llaman GIT, no había problemas. Esta decisión que sufrimos en los últimos Caminos obligaba al peregrino que iniciaba la jornada muy temprano y que llegaba al albergue poco después de las 2 ó 3 de la tarde, a sentarse una o varias horas en la cola, esperando la hora de apertura para no perder la oportunidad de tener cama. Otro desencuentro se empezó a producir cuando se cerraron las cocinas de los albergues que tanto ayudaban al condumio de peregrinos con pocos “posibles”, hartos de comer bocatas durante el día. Porque un peregrino, sobre todo si es veterano, no puede comer un menú de restaurante cada día. En Francia no había problemas con las cocinas de sus albergues.

Indudablemente ha quitado gracia al Camino ese empeño en facilitarle la andadura abriendo pistas de tierra paralelas o cercanas a las autovías y autopistas, “evitándole” la subida a collados, la travesía por zona boscosa, o la búsqueda de esa señal, un simple plástico amarillo atado a una rama, que indica por donde va el camino o por dónde no va.

Ignoramos si todavía es así o ha “mejorado”, pero en aquellos Caminos no había separación de sexos en los dormitorios o naves amueblados con literas; y en los lavabos, servicios y duchas, rara vez había esta separación. Y en esos ocho años de Caminos nunca conocimos incidente alguno. Nunca.

En aquellos años, la moneda de 100 pts. tenía mucho valor porque era necesaria para llamar por los teléfonos públicos, hoy ya no es necesaria porque los “móviles” y sucedáneos más valiosos han mejorado las comunicaciones. Y aquí estalla el nuevo problema porque la enfermedad del móvil con sus llamadas a cualquier hora, sus conversaciones terminables o interminables etc. convierten los dormitorios, antes sedes de sólo ronquidos, en un festival insoportable. Nos imaginamos los problemas para cargar esos móviles y, en definitiva, el robo de tan atractivo tesoro para un descuidero.

Recordamos la aislada noticia de algún robo ocurrido durante nuestra ya vieja andadura peregrina, por ejemplo, en un albergue robaron unas mantas, pero nunca supimos de robos de equipos, mochilas, relojes… Hoy nos dicen que son frecuentes y que hay que tener muy cerca y controlados mochila y equipo. Con la invasión de Europa, conocida oficialmente como emigración, esa parte nada despreciable de maleantes que se meten en tal migración, descubrirán que el Camino es zona para sus actividades de descuideros y ladrones. Y no queremos mencionar, para no asustar a nadie, que la posible actuación de los yhadistas, enemigos lógicos de Santiago “Matamoros”, puede hacer más que daño. Ya en nuestros tiempos vimos algunas imágenes de Santiago (una de ellas en Logroño) en las que las esculturas al pie del caballo habían sido tapadas prudentemente con escayola.

Esperemos que la Fe del peregrino supere todos estos inconvenientes, y el Camino siga siendo el objetivo de mucho caminante. Nosotros observamos que en general, abundaba entonces más el veterano como peregrino que el joven, pero es que nosotros caminábamos entre mayo y junio, más tarde la cosa cambiaba. Pero también comprobamos que el peregrino extranjero hacía su Camino de Santiago de forma más trascendente que muchos españoles que caminaban como si quisieran batir una marca atlética y no con una motivación religiosa.

Lo mejor es que dejen el Camino de Santiago en paz, que se hable poco de él, que se dejen de “mejorar” rutas y de reglamentar albergues, pero eso sí, con una vigilancia implacable aunque sea discreta. Porque el camino de Santiago es un tesoro que nunca se ha de perder.