Widgetized Section

Go to Admin » Appearance » Widgets » and move Gabfire Widget: Social into that MastheadOverlay zone

12 septiembre 2015 • Una de las más vergonzosas operaciones de la historia de España que tuvo por protagonistas al republicano Azaña y a los socialistas Largo Caballero, y Negrín

Eduardo Palomar Baró

El expolio del “oro de Moscú”

Hace 79 años que tuvo lugar un hecho deplorable y bochornoso en la historia de España: el expolio del tesoro del Banco de España, conocido como “el oro de Moscú”.

Negrin, Azaña, Miaja y «El Campesino»

El 13 de septiembre de 1936 se dictó el Decreto reservado firmado por el presidente de la República, Manuel Azaña y por el ministro de Hacienda, Juan Negrín, por el cual se permitía el embargo del tesoro guardado en el Banco de España y su posterior traslado a diversos lugares del extranjero. La publicación de este Decreto venía dada, según los responsables de la República, por la intención de “salvaguardar el tesoro español, llevándolo a lugar más seguro”. Así comenzaba la historia vergonzosa del “oro de Moscú”. Pero no solamente fue la capital rusa la receptora del tesoro español, ni tampoco fue el preciado metal el único sujeto de su apropiación, ya que valores, joyas, dinero, cuentas corrientes y divisas se repartieron por Francia, México y Rusia. En aquel entonces España ocupaba el cuarto lugar mundial en cuanto a reservas de oro: 257.000.000 de pesetas del mismo habían sido enviados a París para liquidar ciertos atrasos en la etapa anterior a la guerra, y desde entonces se habían hecho regularmente envíos sustanciosos, que a finales del mes de octubre de 1936, sumaban 302.000.000 de pesetas. Aunque la mayor parte de aquél permanecía custodiado en los sótanos del Banco de España en Madrid. Gran cantidad del oro español se guardaba en forma de monedas: luises de oro, soberanos, dólares, etc.

El Decreto

El Decreto que “legalizó” la expoliación decía así:

“Ministerio de Hacienda. Excmo. Sr.: Por su excelencia el Presidente de la República, y con fecha 13 del actual, ha sido firmado el siguiente Decreto reservado de este Departamento ministerial. La anormalidad que en el país ha producido la sublevación militar aconseja al Gobierno adoptar aquellas medidas precautorias que considere necesarias para mejor salvaguardar las reservas metálicas del Banco de España, base del crédito público. La índole misma de la medida, y la razón de su adopción exigen que este acuerdo permanezca reservado. Fundado en tales consideraciones, de acuerdo con el Consejo de Ministros, y a propuesta del de Hacienda, vengo en disponer, con carácter reservado, lo siguiente:
Artículo 1º. Se autoriza al Ministerio de Hacienda para que en el momento que lo considere oportuno, ordene el transporte, con las mayores garantías, al lugar que estime de más seguridad, de las existencias que en oro, plata y billetes hubiera en aquel momento en el Establecimiento Central del Banco de España.
Artículo 2º. El Gobierno dará cuenta en su día a las Cortes de este Decreto.
Lo que comunico a V.E. para su conocimiento y efectos oportunos.
Madrid, trece de septiembre de mil novecientos treinta y seis. Juan Negrín López- Manuel Azaña”.

Embargo y transporte del tesoro español

Al día siguiente de la publicación del Decreto, aparecieron en el Banco de España las primeras fuerzas de Carabineros y Milicias. Los responsables del vaciado de los sótanos del Banco de España fueron el entonces ministro de Hacienda, Juan Negrín López, y más directamente, el director general del Tesoro, Francisco Méndez Aspe.

En casi un mes se extrajeron 10.000 cajas de sesenta y cinco kilos de peso cada una, portadoras de oro en lingotes y monedas.

El traslado desde las cámaras de acero del Banco de España hasta la estación de ferrocarril se realizó en camiones custodiados por milicianos y elementos del Sindicato de Madrid. Se efectuaba durante la noche y se tardó más de una semana. El 15 de septiembre hacia las 11:30 de la noche salió la primera expedición compuesta por 800 cajas, desde la estación de ferrocarril del Mediodía, llegando a Cartagena a las 4:30 de la tarde del 16. Las cajas fueron depositadas en los polvorines de Algameca.

El 25 de octubre de 1936 se presentó en Cartagena el director general del Tesoro, Francisco Méndez Aspe y con el consentimiento de Negrín ordenó el traslado de 7.800 cajas hacia el puerto ruso de Odesa, en los barcos de carga soviéticos “Neva”, “Kim”, “Volgoless” y “Jruso”. Estas 7.800 cajas contenían en total 15.571 saquetes conteniendo a su vez piezas y monedas de oro de designación y cuño diferente de 64 países, lingotes de oro y 4 paquetes de virutas de éste metal. Desde Odesa, en el Mar Negro, se llevó la “mercancía” por vía férrea a Moscú, donde fue entregada al Banco del Estado. Las cajas fueron abiertas, y su contenido contado y pesado por los funcionarios del “Gokhran” en presencia y con la participación de las personas que desde España habían acompañado el oro a Moscú: Arturo Candela, Abelardo Padín, José González y José Velasco. Las 7.800 cajas fueron abiertas en presencia de las representaciones citadas, bajo el control del embajador de la República Española, Marcelino Pascua, extendiéndose un acta por cada una de las cajas abiertas, con expresión de los resultados del pesaje del oro y su recuento. Los documentos de entrega y recepción de las 7.800 cajas de oro español se redactaron en francés y llevaban las firmas de N.N. Krestinski, comisario del pueblo adjunto para Asuntos Exteriores, de G. F. Grinko, comisario del pueblo de Finanzas, y del embajador español en Moscú, Marcelino Pascua, doctor en Medicina y miembro destacado del PSOE.

Durante la operación de salida del oro del Banco de España, Stalin había mandado a Alexander Orlov, jefe de la NKWD (Narodny Komissariat Wnutreenich Del) órgano de la administración soviética del cual dependía la policía secreta rusa en España, un radiograma cifrado en Moscú, y que decía:

“Junto con el embajador Rosenberg, arregle con el jefe del Gobierno español, Largo Caballero, el envío de las reservas de oro de España a la Unión Soviética en un vapor ruso. Todo debe hacerse con el máximo secreto. Si los españoles le exigen un recibo por el cargamento, rehúselo, repito, rehúse firmarlo, y diga que será entregado un recibo oficial en Moscú por el Banco del Estado. Le hago personalmente responsable de la operación. Firmado: Ivan Vasilyevich”. Este era el nombre en clave de José Stalin (cuyo verdadero nombre era Iósiv Vissariónovich Dzhugashvili)

[N. del A.] La NKWD, Comisariado Popular del Interior de la URSS, desempeñó durante la guerra civil española un importante papel en lo que se refiere a la selección de voluntarios aspirantes a enrolarse en las Brigadas Internacionales, sobre los cuales los agentes de la NKWD practicaron una rigurosa información acerca de su identificación con las ideas marxistas. El Partido Comunista utilizó el poder de este órgano para entrar a fondo en la administración republicana y hacer que, por medio de su funcionario Alexander Orlov, los tentáculos de la NKWD llegaran a todas las checas privadas, las de las juventudes socialistas-comunistas y otras, preparando el camino para una matanza de miembros del POUM y otros marxistas antiestalinistas en España igual que la que se estaba produciendo en Rusia. Parece ser que la NKWD se introdujo también en las filas del SIM (Servicio de Investigación Militar), a cuyos miembros instruyó adecuadamente sobre la práctica de determinadas torturas y otros métodos de terror.

Sello Indalecio PrietoImportante testimonio

Muy relevante y de gran importancia es el testimonio que hace el socialista Indalecio Prieto Tuero en su libro “Convulsiones de España”, Ed. Oasis, México, 1967, sobre lo que llama un “desfalco descomunal”. Dice así:

“El Kremlin, silencioso frente a tanta algazara, ha hablado meses después para decir que el medio millar de toneladas de oro lo gastó íntegramente, sin dejar un gramo, la República Española, y que la URSS, lejos de adeudar nada es acreedora, pues el Gobierno republicano quedó a deberle cincuenta millones de dólares. Consiguientemente, en Madrid se rindieron honores a un papel mojado. Aunque para nada intervine en el depósito ni en la administración del oro conducido a Rusia, estoy segurísimo de que es falsa la afirmación difundida por Pravda de que el importe de las quinientas toneladas de oro transportadas de Cartagena a Odesa se consumieron por la República. Estamos en presencia de un colosal desfalco. Sea cualquiera mi opinión sobre Juan Negrín, le declaro incapaz de la macabra broma de disponer que al morir él –si así lo dispuso–, se entregara a Franco un documento que nada positivo representaba. Entre mis revelaciones de 1940, figuraron las siguientes: Que el Partido Comunista francés administró para compras de material de guerra dos mil quinientos millones de francos entregados por Negrín, sin que la administración de tan enorme suma la hubiese controlado ningún funcionario del Estado español. Que la propaganda, pública primero y clandestina después, del Partido Comunista francés se costeaba con dinero así extraído del Estado español, pues los auxilios de la III Internacional eran nulos y el producto de las cotizaciones distaba muchísimo del gasto enorme de esa propaganda. Que, ávido de dinero, el Partido Comunista francés, rectificando constantemente sus liquidaciones por nadie examinadas, reclamaba mayores sumas a los señores Negrín y Méndez Aspe. Que el espléndido diario comunistoide “Ce Soir”, remedo del triunfante “París Soir”, se sostenía con fondos de los suministrados por Negrín. Pues bien, aunque todos esos gastos (y otros más que numera Prieto) se hicieran con cargo al oro depositado en Rusia, es imposible la completa consunción de éste. Repito que se trata de un desfalco descomunal. Al fin de exculparse, Rusia habrá falsificado cuantos documentos justificativos le sean menester, en la misma forma que falsificó tantos para fundamentar procesos monstruosos contra enemigos del bolchevismo y contra bolcheviques más o menos descarriados. Negrín, desde la tumba, no podrá negar autenticidad a firmas suyas, trazadas por expertos falsificadores”.

El envío de oro a Moscú según Largo Caballero

Francisco Largo Caballero, el 5 de septiembre de 1936 accedió a la presidencia del Gobierno republicano, reservándose también la cartera de Guerra, hasta que en mayo de 1937, merced a una maniobra del Partido Comunista, se vio obligado a presentar la dimisión, siendo sustituido en el cargo por el socialista pro comunista Juan Negrín. Escribió una serie de cartas que con el título de “Mis recuerdos. Cartas a un amigo”, fueron publicadas –una vez fallecido en París en 1946–, por Ediciones Unidas, S.A. México, D.F. 1954. Merece especial intención la carta sobre el envío del oro a Moscú. Dice así:

Querido amigo: El caso Negrín necesitaría que se le dedicase un libro para explicarlo en toda su amplitud.
Se afilió al Partido Socialista más que por convicción porque a él pertenecía un íntimo amigo suyo. Hombre de pocos escrúpulos, de espíritu aventurero y donjuanesco y con una osadía sin límites. Fue Ministro de Hacienda en el Gobierno que formé, a propuesta de la Ejecutiva del Partido, sin ninguna satisfacción por mi parte. Las circunstancias porque atravesábamos y mi deseo de no tener rozamientos con la Ejecutiva, me obligaron a contemporizar con él. Desempeñaba la cartera con un gran desenfado, dejando a los altos empleados proceder con entera autonomía. La asiduidad en el trabajo le enfadaba. En estas cartas de íntima confidencia tengo que acusarme de excesiva condescendencia con sus extravagancias, genialidades y deslealtad.
Como los facciosos estaban a las puertas de la capital de España, solicitó del Consejo de Ministros autorización para sacar el oro del Banco de España y llevarlo a sitio seguro, sin decir a dónde. Esto era una cosa natural en evitación de que, en un caso desgraciado, el tesoro fuese a parar a manos de los sublevados, pues sin armas y sin oro para comprarlas la derrota de la República sería inevitable. Si no recuerdo mal, España era la tercera nación en cuanto a garantías en oro depositadas en el Banco de España.
Como primera medida lo trasladó a los fuertes de Cartagena. Luego, temiendo un desembarco, decidió trasladarlo fuera de España. ¿Dónde? Inglaterra y Francia eran el alma de la “No intervención”. Además, esta última se había negado a devolver a la República el oro que desde la época de la Monarquía se tenía en depósito como resultado del sobrante por la desvalorización del franco hecha por Poincaré. ¿Se podía tener confianza en alguna de ellas? No. ¿En dónde depositarlo? No había otro lugar que Rusia, país que nos ayudaba con armas y víveres. Y a Rusia se entregó. Me consta que llegó íntegro y sin dificultad. Nos pareció algo milagroso que pasara el Mediterráneo, el Estrecho de Sicilia, el Bósforo y llegara a Odesa en el Mar Negro y a Moscú sin novedad.
De ese oro se pagaba todo el material que enviaba Rusia, a cuyo efecto se abrió una cuenta corriente. También se utilizaba lo necesario para otras compras, cuyas operaciones se hacían con un Banco de París situado en la Avenida de la Ópera. Las cartas para las extracciones, teníamos que firmarlas Negrín y yo. Firmé dos o tres. Después, sin darme explicaciones, las firmaba solamente Negrín. ¿Cuánto se ha gastado de ese oro durante y después de la guerra civil? ¿Qué oro quedó todavía después de la guerra? Eso lo sabrá el señor Negrín, quien, aunque se le ha reclamado reiteradamente, aún no ha dado cuenta de ello a nadie
Dos o tres veces que pregunté por el señor Negrín, me dijeron que estaba en el extranjero. Para esas salidas no había pedido permiso ni advertido nada al Presidente del Consejo. Yo guardaba silencio, suponiendo que habría ido a resolver asuntos relacionados con los gastos de material de guerra y que debía guardarse secreto. Después supe que se marchaba con pasaporte falso, con nombre supuesto, en magnífico automóvil y acompañado de señoras con quienes no tenía ningún parentesco, y que había estado en París y Londres.
No sería ningún disparate pensar que en esas escapadas, aparte de las juergas, se ocupase de colocar fondos para, una vez terminada la guerra, disponer de medios a fin de hacer una política de adhesión a su persona creando entidades como el S.E.R.E. Está comprobado que en esos viajes nunca visitó los Centros oficiales de la República en el extranjero.

[N. del A.] El S.E.R.E era el Servicio de Evacuación de Refugiados Españoles. Este organismo fue creado en los últimos días de la guerra civil por el Gobierno republicano presidido por Juan Negrín, que tenía por objeto atender y ayudar a los republicanos españoles, especialmente a los funcionarios del Estado, que al final de la contienda se refugiaron en Francia. A tal fin, el Gobierno dispuso de parte del oro, alhajas, joyas y dinero que se hallaban depositados en Francia, procedentes de las incautaciones y decomisos efectuados durante el conflicto. Este organismo, en el que colaboraron gran número de elementos comunistas, estuvo presidido por Pablo de Azcárate, y tuvo su sede oficial en París, rue de Tronchet, nº 11.

El escándalo se hubiera producido si el Ministro de Hacienda de la República Española hubiese sido detenido y encarcelado por utilizar documentación falsa, con nombre supuesto.
Estando Negrín en Barcelona, me llamó por teléfono y, sin más ni más, me anunció que dimitiría porque no se entendía con la Generalidad de Cataluña. Le contesté que no era forma de dimitir hablando por teléfono, y que cuando volviese hablaríamos. Regresó y no volvió a decirme una sola palabra sobre el asunto.
Otra vez, también por teléfono, dimitió porque había pedido papel timbrado con el sello de la Presidencia del Consejo y no se lo quisieron dar hasta saber para qué lo había de utilizar. Le dije que el motivo era una tontería y no volvió a insistir.
Ése era el hombre al cual se le entregó el Gobierno de España el 16 de mayo de 1937 por consejo de Prieto, según mi convencimiento.
París. Enero de 1946. Le abraza, Francisco Largo Caballero.

Stalin en la Puerta de Alcalá madrileña: significativa expresión de la hegemonía comunista reforzada con el "Oro de Moscú"

Stalin en la Puerta de Alcalá madrileña: significativa expresión de la hegemonía comunista

Stalin celebra la llegada del oro español a Moscú

Durante la guerra civil española, el dictador soviético Stalin, adoptó una actitud pro republicana aunque procediendo con suma cautela y prudencia, ya que no quería bajo ningún concepto sentar plaza de belicista ni de provocador y, menos aún, desafiar a Alemania, con cuyo país deseaba mantener las mejores relaciones, pero había llegado a la conclusión de no permitir que la República española perdiera la guerra, aunque tampoco estaba dispuesto a ayudarla para que la ganara. No obstante, y aunque en el mes de agosto de 1936 la URSS suscribió el acuerdo de no intervención respecto al conflicto español, a finales de dicho mes, tras una reunión del Politburó, decidió ayudar a la República mediante el envío de armas y de asesores políticos y militares. Fue el primer interesado en que tal ayuda fuese pagada con el traslado a la Unión Soviética de parte de los depósitos de oro existentes en el Banco de España, y si bien es cierto que el Gobierno español había decidido, de antemano, disponer de tales depósitos para adquirir material de guerra en el extranjero, celebró con entusiasmo la llegada a la URSS de la primera remesa del indicado metal.

Según escribe Burnett Bolloten en su libro “La revolución española”, Ed. Grijalbo, Barcelona, 1980, “Stalin recibió con gran satisfacción la noticia de la llegada de las reservas de oro, puesto que ya había iniciado el embarque de armas a España y el pago sólo podía ser garantizado mediante la posesión física del oro. Según Alexander Orlov –quien afirma que él y el embajador Rosenberg quedaron pasmados cuando les dijeron que el gobierno español estaba dispuesto a confiar a Stalin todos los ahorros de la nación española– , Stalin celebró la llegada del oro con un banquete en el Kremlin al que asistieron los miembros del Politburó, y en el cual dijo las siguientes palabras: «Los españoles no volverán a ver su oro, del mismo modo que nadie puede ver sus propias orejas», expresión basada en un proverbio ruso”.

Así se consumó una de las más tristes y vergonzosas operaciones de la historia de España, siendo sus principales protagonistas y responsables, el presidente de la República, Manuel Azaña, el presidente del Gobierno, Francisco Largo Caballero, conocido como “el Lenin español” y el ministro de Hacienda, Juan Negrín López.