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25 agosto 2015 • ¿A qué se refirió Mons.Asenjo cuando habló de la grave crisis y peligrosas amenazas?

José María Manrique

La diócesis de Sigüenza en decadencia

obispo sigüenzaEl domingo 23 de agosto de 2015, Sigüenza recuerda a su Patrona, La Virgen de La Mayor.

Sería, pues, un día especial de gozo para esta ciudad, en incluso para toda la diócesis, si no fuera por las amenazas y, más que amenazas, peligros ciertos y continuados que padece.

No es cosa nuestra: ayer Monseñor Juan José Asenjo Pelegrina, Arzobispo de Sevilla y seguntino de nacimiento y vocación, lo dijo en su homilía en la Misa de la novena a la Virgen el sábado 22 y lo volvió a repetir en la que concelebró el domingo con el obispo titular, el citado domingo. Por supuesto que Mons. Asenjo habló, con profunda emoción, de otros temas, como el relativismo y el dramático liberalismo que padecemos, pero vamos a centrarnos en sus temores relativos a la diócesis seguntina.

¿A qué se refirió cuando habló de la grave crisis y peligrosas amenazas para Sigüenza? Y, para valorar adecuadamente la seriedad de sus palabras, tengamos en cuenta que lo hizo públicamente y en la sede episcopal de Monseñor Atilano Rodríguez Martínez, quien lo es desde 2011, e incluso en su presencia.

Pues, sin duda, a los últimos pasos del trágico proceso iniciado con Monseñor José Sánchez, quien rigió la diócesis entre 1991 y 2011, casi 20 años completos, dejándola, y no es maledicencia, como un erial: prácticamente cerrados el Palacio Episcopal, el Seminario (muchísimos curas jóvenes que encontró en la diócesis al llegar y varias decenas de los seminaristas de entonces tuvieron que “exiliarse” en Madrid y Getafe), y múltiples conventos de monjas (fueron famosos los casos de Pastrana -1994, donde le zarandearon e insultaron-, y Espinosa de Henares -1997-), así como las causas de beatificación de los mártires de la Cruzada estancadas (tardíamente iniciadas en 2002 junto con las del obispado avulense y toledado, con un total, ingobernable en la práctica, de unas 900).

Sánchez, que fue un progresista metido a politiquerías eclesiales y civiles, amigo de Küng y de Setién, y su amigo sucesor D. Atilano, quien ha mantenido la curia diocesana y continuado su política, han conseguido, en grandísima medida, que no haya seminaristas y que el único sacerdote ordenado en muchísimos años se haya “salido” tras solo seis de ejercicio pastoral; también que los edificios del palacio episcopal y seminario seguntinos estén casi abandonados y en ruina (sobre todo el segundo, tras una lamentabilísima operación comercial frustrada), la “Huerta del Obispo” privatizada (Maristas), y, últimamente, que las Doroteas, que regían la residencia de sacerdotes seguntina, hayan sido obligadas a cerrarla y salir de la plaza, condenando a un futuro más que negro no solo a los sacerdotes jubilados, sino también a los pocos canónigos que quedan en la Catedral, la mayoría de ellos más que veteranos.

No, no son exageraciones ni incontinencia verbal las palabras de Mons. Asenjo. Son una dramática llamada de socorro en favor de la diócesis donde nació y creció, así como de sus feligreses.

Pero, mucho nos tememos, la ayuda solo vendrá de una organizada “sociedad civil”, pues la labor de la curia de Guadalajara ya está comprobado que va por otros derroteros.

Quizá la asociación de amigos de la Catedral impidan que se convierta en un mero museo. Quizá alguna asociación piadosa, con o sin su capellán al frente, reclamen mayor vida religiosa y pastoral. Incluso puede que algún edil se adhiera a estos movimientos.

Quizá, si Dios quiere, gracias a esas acciones se pare una más de tantas autodemoliciones, tan lesivas para el bien de las almas y de nuestro patrimonio histórico artístico.