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1 agosto 2015 • "El que se ensalza, será humillado, y el que se humilla, será ensalzado"

Marcial Flavius - presbyter

10º Domingo después de Pentecostés: 1-agosto-2015

Rito Romano Tradicional

Evangelio

Lc 18, 9-14: En aquel tiempo: Dijo Jesús a ciertos hombres que presumían de justos, y despreciaban a los demás, esta parábola: Dos hombres subieron al Templo para orar: uno fariseo y otro publicano. El fariseo, en pie, oraba en su interior de esta manera: ¡Dios, gracias te doy, porque yo no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como este publicano. Ayuno dos veces por semana; pago los diezmos de cuanto poseo! El publicano, al contrario, puesto allá lejos, ni se atrevía a levantar los ojos al cielo; sino que se golpeaba el pecho diciendo: ¡Dios mío, ten misericordia de mí, que soy un pecador! Os digo que este es el que volvió justificado a su casa, mas no el otro; porque todo el que se ensalza, será humillado, y el que se humilla, será ensalzado.

Reflexión

El fariseo y el publicano, Abadía de Ottobeuren

El fariseo y el publicano, Abadía de Ottobeuren

En tiempo de Nuestro Señor Jesucristo como en el nuestro había personas que se creían santas y menospreciaban a los otros. Para corregir esta vanidad, que tanto le desagrada, nos contó la parábola del fariseo y el publicano que acabamos de escuchar en el Santo Evangelio

1. Grandeza falsa

Una de las pasiones que más combaten al hombre es el deseo de mando, la ambición de honores, el ansia de no ser tenido en menos que el vecino, sino sobresalir, ser prefe­rido en todo y siempre; esto es, el deseo de gran­deza; cada uno, claro es, con arreglo a su situa­ción. Y como en todos influye más o menos esta pasión, todos nos dejamos llevar del deseo de satisfacerla; pero, con qué diferencia!

Unos se figuran hallar esa grandeza en las riquezas, por­que con ellas dominarán a pobres y medianos… Otros piensan hallarla en algún alto cargo, donde tendrán a sus órdenes un gran número de subordinados que les hagan la corte… Otros, en fin, ponen la grandeza en la buena fama, en la simpatía y aplausos… y conforme a ello, les quita el sueño el pensar qué dicen de ellos las gentes… ¡ Error manifiesto! Lo sabemos todos; ni en las riquezas, ni en los hono­res, ni en los aplausos está esa dichosa grandeza que todos anhelamos. Son dificilísimas; se ven ro­deadas de mil espinas y amargadas por mil temo­res…

2. La verdadera grandeza está en Dios

¡ Sólo Dios es grande! Y el hombre lo será tanto cuanto logre participar de esa grandeza divina. ¿Cómo? Uni­camente con la gracia, y mediante ésta, con- las bue­nas obras, con el ejercicio de las virtudes… Tal es la verdadera grandeza, por ser la única que apro­xima a Dios, que nos une con Dios, que nos con­quista las riquezas, los honores y los aplausos del mismo Dios.

3. Sin la humildad es imposible

Para ser verda­deramente grande, lo primero que se necesita es limpiarnos del pecado mortal, que es la más pro­funda bajeza, suciedad y cobardía. Y para esto es preciso reconocer nuestra miseria, confesarnos pe­cadores. Esto es lo nuestro, esta es nuestra obra… Lo segundo, para ser grandes, consiste en la verdad; esto es, en reconocer que los bienes que poseemos son de Dios… Lo tercero, persuadirnos de que todos cuantos bienes nos faltan han de venir de Dios… Y decidirnos a obrar conforme a su voluntad para lograrlos.

Estas son las ca­racteristicas de la humildad.., fundamento impres­cindible de la verdadera grandeza.