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30 mayo 2015 • "En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo"

Marcial Flavius - presbyter

Domingo de la Santísima Trinidad: 31-mayo-2015

Rito Romano Tradicional

Evangelio

Mt 28, 18-20: En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: «Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra.

Id, pues, y haced discípulos míos en todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo».

Reflexión

Santisima-TrinidadDespués de haber celebrado los misterios de la salvación a lo largo del Año Litúrgico –desde el Nacimiento de Cristo en Belén hasta la venida del Espíritu Santo–, la Iglesia nos propone el misterio central de nuestra fe: la Santísima Trinidad, fuente de todos los dones y gracias, misterio de la vida íntima de Dios. «El primer domingo después de Pentecostés celebra la Iglesia esta fiesta. particular de la Santísima Trinidad, para darnos a entender que el fin de los misterios de Jesucristo y de la venida del Espíritu Santo ha sido llevarnos al conocimiento de la Santísima Trinidad y a su adoración en espíritu y verdad» (Catecismo Mayor).

Santísima Trinidad quiere decir: Dios uno en tres personas realmente distintas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Y así, de tal manera confesamos una misma esencia y una misma sustancia en todas tres personas, que en la confesión de la verdadera y eterna Deidad, creemos deber ser adorada piadosa y santamente la propiedad en las Personas, la unidad en la esencia, y la igualdad en la Trinidad (cfr. Prefacio de la Trinidad).

– El Padre es la primera Persona de la Santísima Trinidad porque no procede de otra persona, sino que es el principio de las otras dos Personas, que son el Hijo y el Espíritu Santo.

– La segunda Persona se llama Hijo porque es engendrada del Padre por vía de entendimiento desde toda la eternidad, y por esto se llama también Verbo eterno del Padre.

– La tercera Persona de la Santísima Trinidad se llama particularmente con el nombre de Espíritu Santo porque procede del Padre y del Hijo por vía de aspiración y de amor (Ibid. y Catecismo Romano).

El misterio de la Santísima Trinidad es la fuente de donde procede la vida sobrenatural y a donde nos encaminamos: somos hijos del Padre, hermanos y coherederos del Hijo, santificados continuamente por el Espíritu Santo para asemejarnos cada vez más a Cristo. Así crecemos en el sentido de nuestra filiación divina. Esto nos hace ser templos vivos de la Santísima Trinidad.

La Trinidad Santa habita en nuestra alma como en un templo: «el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado» (Rom 5, 5). «Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él» (Jn 14, 23), reveló Jesús en la Ultima Cena: la misma Trinidad Beatísima, estaría presente en el alma de quienes le aman y cumplen sus mandamientos. «Vosotros sois templos de Dios» (2 Cor 6, 16).

Dios -Padre, Hijo y Espíritu Santo- habita en nuestra alma en gracia no sólo con una presencia de inmensidad, como se encuentra en todas las cosas, sino de un modo especial, mediante la gracia santificante, con una forma de presencia que los teólogos llaman inhabitación. Cuando estamos bien asentados en esta realidad sobrenatural -Dios, Uno y Trino, habita en mí- convertimos la vida -con sus contrariedades, e incluso a través de ellas- en un anticipo en un anticipo del Cielo: es como meternos en la intimidad de Dios y conocer y amar la vida divina, de la que nos hacemos partícipes.

Toda la vida sobrenatural del cristiano se orienta a ese conocimiento y trato íntimo con la Trinidad, que viene a ser «el fruto y el fin de toda nuestra vida» (Santo Tomás). Para este fin hemos sido creados y elevados al orden sobrenatural: para conocer, tratar y amar a Dios Padre, a Dios Hijo y a Dios Espíritu Santo, que habitan en el alma en gracia. De esta manera, caemos en la cuenta de que la santificación es, ante todo obra de Dios y nuestra acción consiste en no ponerle a esa acción el único obstáculos que la puede hacer estéril: el pecado y ser dóciles al Espíritu Santo, para llevar a su perfección nuestra vida cristiana.

La Fiesta de hoy nos invita a alabar y ensalzar a la Trinidad Santísima, no solo por las misericordias inmensas que usó con los hombres, sino también y sobre todo por sí misma. Por su Ser supremo, que jamás tuvo principio y nunca tendrá fin, por su perfecciones infinitas, por su majestad, belleza y bondad esenciales; por su sublime fecundidad de vida, por la Divinidad y todas las perfecciones y atributos divinos, que son únicos e idénticos en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo.

El hombre no puede decir y entender nada de cara a un misterio tan sublime. Pero podemos inclinar la cabeza y adorar en silencio.

Junto a nuestra Madre Santa María -Hija de Dios Padre, Madre de Dios Hijo, Esposa de Dios Espíritu Santo- alabemos al Padre, por el Hijo, en el Espíritu Santo. Amemos a Dios y cumplamos sus mandamientos para que Él venga a habitar en nuestras almas de gracias y podamos contemplarle por toda la eternidad en la Gloria del Cielo.

Una respuesta para Domingo de la Santísima Trinidad: 31-mayo-2015