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11 marzo 2015 • La traición de una derecha política arrastra a los españoles al vertedero que marcan los derrotados

Jesús Flores Thies

Vae victores…!

estatua de franco¿Cómo es posible que después de una derrota indiscutible y hasta lógica, los derrotados hace setenta y seis años sean los que hoy dicten las leyes que marcan el rumbo vacilante de una sociedad, antes española y ahora sólo aséptica “ciudadanía”? ¿Cómo es posible que estos nuevos “vencedores” puedan obligar impunemente a un pensamiento único, amenazando con una sanción a cualquier opinión que se desvíe de sus dictatoriales decretos? La respuesta es bien sencilla: por la traición de una derecha política que arrastra a los españoles (¿ciudadanía?) al vertedero que marcan los derrotados.

Y aquí nadie se mueve; entre los inmóviles, la Iglesia y el Ejército.

¿Quién les iba a decir a los héroes del Alcázar, de Simancas o de Santa María de la Cabeza, que iban a ser apartados de los recuerdos y conmemoraciones como si ellos nunca hubieran existido? ¿O que la mención elogiosa de su heroico sacrificio en un acto oficial le habría costado el cargo al responsable, y con mayor razón si éste fuera militar?
¿Quién les iba a decir a aquellos patriotas llevados en camiones a Paracuellos, que el responsable de sus muertes iba a ser homenajeado hasta por el rey que Franco metió en el Trono? ¿Y qué habrían pensado si alguien les hubiera dicho que la Asociación de Mártires de Paracuellos no sólo no iba a recibir ni un céntimo de ayuda oficial, esa que se vuelca en las asociaciones de sus asesinos, sino que sería gravada con impuestos insoportables?

¿Quién les iba a decir a aquellos jóvenes falangistas que se jugaban la vida antes de la guerra, o a los que después combatieron valerosamente en la Banderas de Falange, que serían sus descendientes los que iban a permitir que se les presentara como pandillas de chulos asesinos?

¿Quién les iba a decir a los combatientes que marchaban al paso de vencedores por la triste zona roja, que se sembraría el paisaje urbano de España con las estatuas y monumentos de sus enemigos vencidos? ¿Y qué pensaría el torturado (¡ojo! Y torturada…) en las numerosas checas de Barcelona, bajo la sombra del siniestro SIM creado por Prieto, que se hizo cargo de todas ellas, si supieran que sus verdugos serían homenajeados y honrados, mientras que ellos serían ignorados, en el mejor de los casos, y, en el peor, despreciados?

¿Y qué pensaría el guardia civil que se enfrentaba, quizá para morir, a los bandidos del maquis, si le hubieran dicho que con el tiempo su sacrificio sería no sólo silenciado, sino que, para los bandidos de enfrente, los de un partido político presuntamente de derechas (PPC), iban a pedir pensiones para los bandoleros o sus descendientes?

Fue aquella una época terrible y dramática, pero época de héroes y de santos, a Dios gracias vencedores, pero que hoy son arrojados al polvo del olvido, o a la basura del insulto, por las tribus residuales de los vencidos, que marchan protegidas hasta por políticos de “derechas” sin memoria, vergüenza ni dignidad, mientras que unos Mandos de un Ejército que todavía conserva milagrosamente en sus entrañas la misma calidad humana de otrora, pero a los que se ha mantenido prudente y sectariamente al margen, traicionan a todos, entre ellos a la Historia que sus compañeros escribieron con su sacrificio, su esfuerzo, su entusiasmo y hasta con su sangre. Y aquel que era llevado al matadero por tener un Sagrado Corazón en la puerta de su casa se quedaría perplejo si supiera que su martirio iba a ser reducido por la Iglesia oficial a simple “daño colateral” por culpa de un enfrentamiento civil que les pilló en medio.

¿Y qué pensarían aquellos voluntarios de la División Azul, que marchaban a Rusia y eran despedidos por una multitud entusiasta, si supieran lo que hoy iban a escribir de ellos, no ya en los perversos papelones de EL PAIS o EL PERIODICO, sino en el ABC o LA VANGUARDIA que tanto deben a los vencedores de aquella guerra, auténticamente de liberación?

La verdad es que esta triste y brutal realidad nos abruma, dicho así de forma literaria para suavizar el comentario, porque nadie nos ha explicado las razones de esta cobardía que apoya a un vencido criminal que pretende arrasar a los que, no sólo salvaron a España, sino que la reconstruyeron y pusieron en primera fila de los países más desarrollados. Quizá aquí esté la clave de este absurdo, que sencillamente les escuece, no ya por la derrota en la guerra, sino por la aplastante derrota en la paz.

Dicho de forma poco literaria, pero expresiva y coloquial: ¿y a dónde puñetas nos quieren llevar?

¿Habrá que decir aquí, en vez del “vae victis”, un humillante ”vae victores !”?

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