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6 febrero 2015

Gabriel García

Más allá de las banderas de Podemos

ActoCallao1

A estas horas no quedará nadie sin saber que Podemos se manifestó el pasado sábado 31 en Madrid entre un mar de banderas tricolores y venezolanas. Por desgracia, los falangistas no somos el único ámbito ideológico obsesionado con el empleo de los símbolos; y casi todos los españoles, desde el fascista hasta el liberal pasando por el socialdemócrata, apelan a las banderas ondeadas en la manifestación como si fueran un arma contra Pablo Iglesias y su equipo.

Hay quien sigue sin entender que da igual que en una manifestación de Podemos haya banderas tricolores (¡si las hay incluso en mítines del Partido Socialista y nadie se escandaliza por ello!) o venezolanas (¡cuando Izquierda Unida, con más años en las instituciones públicas, lleva mucho más tiempo glorificando a Hugo Chavez!). También importan poco sus simpatías hacia los abertzales o los separatistas (¿vamos a olvidar que han sido los dos grandes partidos quienes han negociado con los terroristas de ETA y quienes han pactado en varias ocasiones con la corrupta burguesía y no tan burguesía separatista?).

Criticar a Podemos sólo por el color de las banderas que exhiben me parece, sinceramente, una preocupante falta de discurso además de una gran pérdida de tiempo. El apoyo que esa gente ha conseguido entre diversos sectores de la sociedad española se debe al hartazgo que ha generado la clase política y que otros no hemos sido capaces de aprovechar, un hartazgo que no va a desaparecer por mucho que se apele a las banderas, a las simpatías ideológicas o a las fuentes de financiación de Podemos. Es bien sabido que son parte de eso que llaman “La Casta”, en concreto de su vertiente universitaria; y que tienen mucho más fácil el acceso a los medios de comunicación que otros movimientos políticos y sociales. Pero si han llegado a donde están ahora es gracias a la importancia que concedieron a infiltrarse en las estructuras del Estado, a imponer su discurso en la educación pública y a intentarlo una y otra vez hasta dar con la estrategia adecuada. En otros sitios, por desgracia, querer hacer política municipal o pretender aspirar a concejalías es visto como una “traición” a la “sagrada” camisa azul y como un “apoyo” al demoliberalismo, una tarea de “reparafarolas” impropia del Movimiento.

Hace tiempo leí los comentarios de algún camarada sobre la fallida campaña de Defensa Social entre Falange Española de las JONS y Falange Auténtica. Lo que se defendió en la plaza de Callao de Madrid en junio de 2012 no tenía nada que envidiar, en cuanto al mensaje, de lo que están diciendo ahora los de Podemos; es más, las críticas de Defensa Social al liberal-capitalismo eran incluso más radicales que las de un Pablo Iglesias que afirma que el capitalismo no puede desarticularse (basta leer sus declaraciones en Europa Press hace unos meses) o las de unos representantes de Podemos que aseguran que la familia Botín no es casta (mientras que el que esto escribe, en junio de 2012, tuvo una breve intervención denunciando la responsabilidad de Emilio Botín en la crisis económica actual). Pero eso a muchos de los “nuestros” les ha preocupado poco, por no decir que nada; ya que lo único que veían era la estupidez de la camiseta amarilla y el logo del sol sonriente (algún que otro gilipollas sigue todavía recordando aquello, cuando han pasado tres años casi y sólo se utilizó dos veces en Madrid y alguna más en provincias). Y no discuto que el marketing de Defensa Social fue horrible, pero es lamentable que lo único en lo que los “nuestros” se fijaran fuese la apariencia y no el contenido del discurso.

Se avecinan tiempos complicados para España. Y no por el avance de la socialdemocracia que representa Podemos: creo, y esto es una opinión meramente personal, que no pasará de la tercera fuerza política y que, como mucho, forzará a pactar al Partido Popular o al Partido Socialista o a que uno de ambos gobierne en minoría; y, en el caso de gobernar, ¿alguien piensa que Podemos no seguirá la misma hoja de ruta que ha tenido el bipartidismo durante las últimas décadas?

Mientras tanto, las condiciones materiales de vida de los españoles son cada vez peores, no siendo extraño ver a compatriotas nuestros suplicando, entre lágrimas, una limosna para poder comer; y el futuro de los jóvenes es muy incierto, pudiendo elegir en el mejor de los casos entre un trabajo precario o la emigración. Tampoco debe olvidarse el problema separatista, tanto en Cataluña como en Vascongadas (este caso concreto ha quedado algo desplazado mediáticamente pero, por su presencia en las instituciones y por las imposiciones del terrorismo, es mucho más peligroso). Frente a todo esto, el Gobierno presidido por Rajoy sólo apela a una supuesta recuperación económica que nadie fuera del Partido Popular es capaz de ver.